San Agustín, El Novillo y los ladrones
Por Martín Velez
Hace más de quince
siglos San Agustín de Hipona, filósofo y teólogo, planteó una pregunta
que probablemente viva por siempre: “¿sin la justicia qué serían en verdad los
reinos, si no bandas de ladrones?, ¿y qué son las bandas de ladrones si no
pequeños reinos?” Como se aprecia, las preguntas ya vienen con respuesta.
O sea que la
legitimidad del gobernante, y con ella la obligación del gobernado, está
en función de la observancia de la justicia y la legalidad. Para haber
planteado esa cuestión apenas iniciado el siglo quinto, San Agustín resultó muy
aventajado. Desde entonces y hasta hoy, los estudiosos de la ciencia política
siguen discutiendo las fuentes de la legitimidad de los gobernantes de todos
los colores; pero la pregunta del estudioso santo sigue, como la famosa puerta,
viendo pasar el tiempo, y con él, viendo surgir y caer a tiranos y tiranuelos
que, haciéndose del poder, han olvidado la justicia y la ley.
Desde que fue
planteado el proyecto del acueducto del Novillo – Hermosillo, y desde que los
grupos sociales que se sintieron afectados interpusieron recursos legales para
oponerse a tal obra, diversos órganos del poder judicial emitieron fallos
mediante los cuales se ordenaba la suspensión de los trabajos relacionados con
tal proyecto. Esos fallos fueron ignorados por el gobierno de Guillermo Padrés,
lo que se conoce como desacato. Esa situación ha derivado en que varios
funcionarios del gobierno, y el gobernador mismo, enfrentan el riesgo de ser
sancionados penalmente. El riesgo es a tal grado cierto, que uno de los
funcionarios ya fue procesado y sentenciado por ese motivo, y hoy se encuentra
en libertad bajo fianza.
Pero los riesgos
jurídicos del gobernador no son los únicos que enfrenta. La desobediencia de la
ley, por parte del gobernador, deriva en pérdida de legitimidad y con ello se
afecta la gobernabilidad y la paz del estado de Sonora. Un gobierno sin
justicia, sin ley, no es más que una banda de ladrones. Así lo dijo San
Agustín, que no se andaba por las ramas. Porque si el ciudadano tiene
obligaciones frente al gobierno, pagar impuestos por ejemplo, no las tiene
frente a un gobierno degenerado en banda de ladrones. Aunque esta banda, o este
“gobierno”, conserve la fuerza y los recursos para hacer cumplir sus designios.
Jacobo Rousseau
planteaba el mismo problema, referido al poder del gobernante: “¿Si un bandido
me sorprende en el bosque, estaré, no solamente por la fuerza, sino aun
pudiendo evitarlo, obligado en conciencia a entregarle mi bolsa? Porque, en
fin, también la pistola que él tiene es un poder.” O sea que el santo
sabio de Hipona no está solo. La fuerza de todo gobierno deviene de su
legitimidad, que se pierde si éste deja de observar la ley. Porque recordemos
que el gobernante jura primero cumplir, y luego hacer cumplir. Sin lo primero
no hay obligación de lo segundo.
Los desacatos de
Guillermo Padrés, ante resoluciones judiciales que le han sido adversas en el
tema del acueducto, han dado lugar a un proceso de deslegitimación. Esa
deslegitimación se expresa ahora en los bloqueos carreteros del sur del estado,
que son una forma de resistencia civil, ante un gobierno que ha decidido
ignorar las leyes que le estorban. Si el gobernante se aparta de la ley, los
gobernados encontrarán las razones para la desobediencia y la resistencia
civil. Éste es el caso. Y aunque los bloqueos carreteros pueden resolverse
mediante la fuerza del Estado, ha iniciado ya el proceso de
deslegitimación, de degeneración de la autoridad política del gobernador
Padrés.
Incapacitado para
construir cualquier tipo de consenso, perdido para él el centro de la acción
política del estado, al gobernador no le queda otra que profundizar el
enfrentamiento. Cubrir su futura huida en la polvareda del aquelarre
actual. Construir desde ahora la coartada: ante futuras acciones penales
en su contra (Espejito Granier, ¿Quién es el gobernador más bonito?), el
gobernador teje el disfraz con el que se cubrirá cuando se llame
perseguido político. Al tiempo.
Malas noticias
para Sonora: al gobernador no le queda otro camino que el enfrentamiento.
Incapacitado para convencer, por no saber, por no querer, por no poder, ha
querido vencer. Pero el tiempo se agota y la resistencia crece mientras él se
debilita. Tal vez sólo queda tiempo para un pleito ratero: llenarse las
bolsas, pegar…y huir.
Nota: Las citas de
San Agustín y de Rousseau fueron tomadas del libro Estado, Gobierno y Sociedad.
Norberto Bobbio. Fondo de Cultura Económica. 1985.
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