Revista CRóNICA10.

lunes, 26 de julio de 2021

Derrota no es antónimo de triunfo. Tokio y ser mexicano.

  DERROTA

Acerca de los juegos Olímpicos y del ser mexicano
Por Alejandro de la Torre D.

Cuando niño vi en la televisión de blanco y negro los juegos olímpicos de Múnich y los de Montreal. Los desguanzados competidores mexicanos siempre quedaban eliminados en las competencias y mi espíritu juvenil decepcionado.
Me tocó igualmente ver un masivo mitin del candidato José López Portillo en el centro de Ciudad Obregón, que obtuvo el 98 por ciento de los votos siendo competidor único en 1976.
México obtuvo una medalla de oro y una de bronce, pero siempre en todas las demás competencias quedaba fuera sin posibilidades, hasta en el futbol, deporte de la “chilangada”.
Fue hasta 1988 cuando apoyé a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, votando por primera vez con una credencial de elector anaranjada sin huella ni foto pero hubo fraude esa elección y asumieron el poder Carlos Salinas y el PRI por enésima ocasión.
Me emocionaba cuando la bandera subía al pódium y cuando tocaban el himno en los pocos oros obtenidos en tres décadas. Perdí la inspiración.
El escritor Ricardo Garibay comentaba que la competencia olímpica tenía una relación directa con los países que pasaban por guerras ya que la disciplina, la resistencia y el esfuerzo son cualidades militares.
Y creo que así es, Rusia, China, Japón, EU, Europa con sus ejércitos de guerra del siglo 20 infundieron el arrojo y el espíritu de lucha que se reflejan en los triunfos de las competencias olímpicas y la cantidad de medallas de oro, plata y bronce que registran desde la primera guerra mundial.
Latinoamérica históricamente no fue una región en guerra, tal vez solo Cuba por su revolución si infundió este impulso en sus deportistas para ganar medallas.
En toda competencia y en la guerra también hay una síntesis dialéctica que tiene que ver con el papel desempeñado por el no ganador, sin él no ganador, no existiría el ganador: para que haya un triunfador debe haber ineludiblemente un derrotado. El ganador se glorifica ante la pesadumbre del vencido, “si no existo” afirma el vencido, “tú tampoco existes”. El vencido el único camino que tiene es regresar, el vencedor, bajar de su lugar.
La derrota tiene mucho que ver con el “Ser” mexicano, el filósofo michoacano, Samuel Ramos ya hablaba de que el mexicano tenía un “sentimiento de inferioridad oculto por camuflajes”.
La “derrota” mexicana tuvo y tiene mucho que ver con sus antecedentes históricos de despojo de la mitad de su territorio por los EU en 1849 y por la invasión francesa, así como la derrota de la revolución de independencia de Hidalgo y Morelos, fusilados, igual que el proyecto popular de la revolución mexicana, derrotado por el modelo burgués de Carranza y Obregón.
La palabra DERROTA sin embargo su primer significado no es antónimo de triunfo. Derrota es el rumbo de navegación, es vereda o senda, es el permiso para que entren los ganados al pasto después de la cosecha.
La palabra triunfo al contrario no tiene mayor acepción, es solo ganar, por lo tanto es concepto expresamente a vencer al derrotado.
El laureado es el premiado con únicamente la victoria, con las guerras ganadas por el perpetuo imperio romano antes de cristo, exterminando al oponente. El laurel es el símbolo absoluto de la no existencia del vencido. Julio César mandó hacer una corona de laurel de oro imitando a los griegos que colocaban una rama de olivo reconociendo a los grandes poetas, pero no como símbolo de victoria absoluta. Eso lo inventó el emperador que aplastaba.
La derrota es símbolo del fracaso, del acabado, del frustrado. La opresión viene desde la derrota de los aztecas, de la derrota de los criollos independentistas, de la guerra con los EU y el despojo de Texas y la muerte en el castillo de Chapultepec. De la derrota de los movimientos sociales de la segunda mitad del siglo 20 y la guerrilla mexicanos, de la derrota de Cárdenas por el fraude Salinista y el neoliberalismo que saquearon al país.
Pero no todo ha sido derrota, al fin y al cabo el reino español fue expulsado, Napoleón tercero también, Victoriano Huerta derrocado y el régimen priista después de tres décadas remplazado del poder público.
Es innegable el lastre, de que las cosas no funcionarán, que no tendrán éxito, que fracasarán, en la conciencia de “lo mexicano”. Ahí está el caso de la participación electoral de la izquierda mexicana, hace cuatro décadas los partidos políticos socialistas o el PRD navegaban con el símbolo de la derrota continua. “Cuando van a derrotar al PRI? –se decía–, nunca!”.
El triunfo frustrado de 1988 y el actual logrado de 2018 rompieron el idioso tabú, el esquema mental de derrota fue derruido.
Pero en el subconciente mexicano costará mucho trabajo dejarlo atrás, abandonar el trauma de que no existe la posibilidad de que la justicia se imponga, triunfe y deje de ser derrotada una y otra vez, de forma persistente.
El atropellado, el vejado, el que espera justicia ante la ley, es continuamente reprimido, frustrado y despojado de su reclamo de igualdad y derecho.
Las cárceles están llenas de injustamente presos, los procesos legales llenos de inconsistencias e injusticia, la autoridad no actúa salvando al desprotegido y al pobre, si no al apoderado y adinerado.
La carga de la derrota recae en los hombros del proletariado, de gran parte de una clase media vejada y de los ignorantes e incautos, que en su mayoría sufren de pobreza económica.
El trabajador despedido, el deudor engañado, el pequeño propietario son avasallados por la trasnacional, la empresa prestamista o el acaparador abusivo.
La derrota es una carga del campesino frustrado, del desempleado fracasado, del pueblo pobre sin derechos sociales, del pordiosero, del indígena. “Eres pobre por que eres un derrotado”.
La pobreza en este esquema de “la derrota”, es el profundo clasismo de la sociedad mexicana. Si algo daña a la prosperidad del país es esta perturbación sicológica, de que el pobre es pobre porque su mentalidad es de fracaso y por eso es despectivamente arrinconado por el desprecio del que tiene dinero. No tienes dinero por pendejo. No te protege la ley porque no tuviste dinero para defenderte, por pendejo.
Las estructuras judiciales son altamente clasistas y someten a inocentes y a indefensos a sus “inevadibles escrutinios”.
Y tenemos en nuestra sociedad a presos que no deben estar presos, a libres que deben estar presos, a marginados que no tienen derechos, a corruptos y ladrones que son “inocentes” y a inocentes perseguidos por las “instituciones de justicia” por procedimientos que no son para los acusados por su pobreza.
El fracaso es el adjetivo del pobre. El pobre no es fracasado por el solo hecho de ser pobre, pero así lo recrimina la sociedad clasista, la ideología dominante.
Para esta ideología de los que controlan el poder, el indígena yaqui es un fracasado no por ser indígena, si no por ser pobre. El obrero de la maquiladora es un fracasado no por dedicarse a vivir de sus manos, si no por ser pobre. El desempleado es un fracasado, no por ser un desadaptado por el sistema formal de la economía, si no por ser pobre.
La derrota no existe, es lo adverso del esquema mental del triunfador, pero en realidad es un mito.
Existe el no ganador, el que no gana, a pesar de su esfuerzo, el que es vencido por el triunfador que solo existe a costillas de él.
El que no gana, la lógica nos lo dice, ganará, no puede seguir sin ganar, ganará porque todo lo que hay enfrente es solo ganar.

miércoles, 21 de julio de 2021

Sentir y llorar la tierra. Cajeme en boca de la violencia.

 Sentir y llorar la tierra

Por Alejandro de la Torre D.

Debes amar su arcilla que va en tus manos
y si no, no la emprendas, que será en vano
solo el amor convierte en milagro el barro.
Debes amar el tiempo de los intentos
debes amar la hora que nunca brilla
y si no, no pretendas tocar lo cierto
solo el amor engendra la maravilla
solo el amor consigue encender lo muerto.”

Silvio Rodríguez 

El desasosiego se ha profundizado y sigue generando desesperanza.

Sangre, polvo y sol son los rasgos de nuestra comunidad, sufrida como nunca.

No hay ilusión, la contracción de la aspiración se dispersa, hay poco dinero en el grueso de la población que es el único mecanismo para obtener la sobrevivencia diaria. No hay interacción con el gobierno, a pesar de que 4 de cada 10 personas confíen en su funcionamiento. (2 de junio dixit.).

El gran problema de los moradores de nuestra localidad es la incapacidad y la dificultad de allegarse de lo más indispensable, todavía más, de los satisfactores básicos, todavía más del derecho a vivir bien y plenos.

Se ha deteriorado tanto la vida social que no se ve cercana la readmiración por sus atardeceres de colores, sus trigales profundos, su agua pura del Oviachic, su apacibilidad en las señoras de las calles, de sus nobles manos y brazos que labran la vida, de su olor de flores y tierra húmeda, de sus miles de pájaros que brincan y trinan en altos yucatecos, de su cielo azul del mediodía y del ruido de sus chicharras y grillos al anochecer, de la confianza e identificación colectiva que dejaron los viejos.

Corretear la liebre, el poco dinero, el codazo o el empujón, desplazan la integración y se pierde aún más al incorporarse a las necesidades nuevos integrantes que piden fuentes de ingreso y una posibilidad de vida estable.

La expectativa derrumbada por la deslealtad de gobiernos verticales y corruptos, la marginación en la toma de decisiones y la inexistencia de formatos inclusivos de gobernanza desde el espacio inmediato de la gente, que integre, que rescate, que haga un futuro visible.

Fluye la droga barata destruyendo la estabilidad menguada del poco ingreso y se desordena la convivencia hasta el grado de la violencia imparable y generada todavía más por los que extienden la mano corruptamente aceptando soborno para tolerar el mercadeo.

Un municipio en boca del Presidente, en boca del sistema nacional de seguridad, en oídos de los medios informativos de todo el país, en foco de la banda del cristal azul contra el blanco, exterminando vidas que dieron el mal paso por necesidad de dinero y después por habito de obtenerlo en mayor cantidad.

Un municipio donde los trabajadores de ambos sexos, ganan menos de 5 mil pesos mensuales y que con ese dinero pagado por maquiladoras y empresas trasnacionales, la economía local tiene que rasgarse con sus propias uñas y dientes.

Donde el campo agrícola no hace circular debidamente el ingreso por ser manejado por grupos empresariales rentadores de tierra y agua, que no hacen girar el ingreso entre la gente campesina.

Empleo menguado, ingreso esporádico y bajo, poco fomento de pequeña empresa, pandemia persistente, y tolerancia de las bandas de la droga, provocan esta situación de crisis económica insalvable por los apoyitos de López Obrador.

Esta tierra duele por su gran cantidad de asesinatos que alarman y no hay quien los detenga, no hay visos de que haya capacidad de control y estabilización, no hay esperanza todavía para alcanzar la paz, porque no hay proyección para alcanzar mejor economía.

Las calles destrozadas no solo en vialidad en más de 50 colonias donde viven 300 mil habitantes, que sufren este despedazadero y también de las rúas más céntricas que las sufrimos todos, y la desesperanza de que no se revertirá en el corto plazo este deterioro, hacen que se pierda la congruencia de la gente que volvió a votar por el Presidente.

¿Por qué llamas tanto la atención municipio? Al que Santos García Wikit te nombraba Baajtawéekáapo, tierra fértil. Por tus muertes, por tu muerte, por tus moribundos, por tu espíritu en letalidad, por tu historia actual de mortandad, por tu estela de insobrevivencia.

Hace falta vida. Como canta Silvio Rodríguez: solo el amor engendra la maravilla, solo el amor convierte el milagro en barro.

Solo Cajeme puede salvar a Cajeme.