El arte de
la gesticulación, la pantomima con el roce popular, la boca con solo media
risa, la mirada cándida y benevolente, pero realmente atrás de esa imagen solo
existen hienas al acecho.
Los competidores
no arrancan en igualdad de condiciones, mentira. Los gandayas azules y rojos
salen con ventaja de dos o tres veces más millones de pesos para gastar que los
candidatitos. Es como si arrancaran en una carrera de trecientos metros con
cien metros de ventaja, con zapatos nike de alta tecnología, bien alimentados y
con raciones de vitaminas y esteroides contra competidores sin dinero,
atrasados, descalzos y hambrientos.
Los
candidatos de los ricos sobornan por debajo de la mesa a los medios de
comunicación, acaparan los principales espacios públicos publicitarios y lo
peor, compran las conciencias de mucha gente ignorante o convenenciera. Por si
fuera poco son candidatos del poder, son candidatos del alto clero, de los
poderes fácticos, de los organismos empresariales, de los sindicatos
corporativos y de los que detentan el gobierno.
Los
organismos electorales nacional y estatal se hacen de la vista gorda cumplen el
papel de parapetos de la farsa electoral y sus consejeros se venden al mejor
postor.
Hay una
derivación conclusiva de agonía y patetismo en la interconexión causa efecto de
las últimas elecciones con los últimos gobiernos desde hace 30 años. Mientras
más se refinan los procesos electorales y vota más gente, paradójicamente se
presentan peores gobiernos y más corruptos.
Por si
fuera poco, la participación electoral ha ido en ascenso aparejada
contradictoriamente con la violencia del narcotráfico y los miles de muertos.
Como si el
mal gobierno se legitimara y por consecuencia el que sigue será más malo por
haber sido electo con más votos y el que sigue del que le sigue, peor y peor.
Esa no es la democracia.
El solo
hecho de validar como casi única identificación la credencial para votar es
perpetuar al sistema, reconocerlo, aceptarlo como única viabilidad y luego
usarla uno de cada mil 095 días aunque el resto de los días se tenga
empaquetada en el monedero, en la billetera o en un folder del ropero. Ese
único día es el día del régimen para alinear a la sociedad al sistema, al poder
establecido, para emitir un voto y es tan insignificante que anularlo o dejarlo
en blanco tiene el mismo efecto que un voto válido aunque los candidatos y los
partidos sean esas hienas o esas inocentes palomitas descritas que son votadas.
Por ello no
puede concebirse que ese único día cada tres años que alguien haga cola para
votar pueda decirse “participación ciudadana”, pueda justificar que se preocupa
por los problemas nacionales, que su voto hará que cuente y hará democracia.
Eso no es cierto.
Y más
cuando en la conciencia general se dice “el que llegue va a hacer lo mismo,
todos son iguales”, una expresión que legitima al sistema de corrupción.
En el
sistema electoral mexicano se eligen fotos, imágenes, caritas, no se distinguen
ideas, alternativas, vías de soluciones. La mayoría ciudadana vive de
emociones, de carencias, de la lucha constante por el ingreso. Comer un plato
de carne es mucho más trascendente que proyectos de energía renovable, pagar el
recibo de la luz es más prioritario que las reformas al sistema penitenciario o
de salud, comprarles cuadernos a los hijos es más urgente que conocer las
propuestas para conservar bosques y costas. Se vota entre un chango macaco y un
chango marango, no se votan sus posiciones ante los graves problemas nacionales
porque en realidad no las tienen ya que van alineados a un escenario de teatro
guiñol en el que el poder mueve los hilos.
Más del 40
por ciento de la gente no acude a votar, llamándose esa no acción,
abstencionismo. Sin embargo los que
votan contra los partidos y candidatos del poder en realidad aunque voten por
los partiditos o candidatitos, terminan desempeñando un papel legitimador de
ese poder y de sus gobernantes que ganan la elección. Al ir a votar en contra o
al anular la boleta, lo que hacen es reconocer la validez del sistema electoral
y legitimar aún más al mal gobierno que se fortalece. Pero el abstenerse
pasivamente aunque es un rechazo parcial al sistema electoral, tampoco lo
desaprueba porque este permanecerá y se reafirmará aunque vote la minoría.
Si la abstención
en el presunto caso de que llegará al 90 por ciento de todos modos no
interrumpiera la llegada de un mal gobierno al poder y la mayoría lo sufriera,
pero ese gobierno se desempeñaría débil con la marca de la baja legitimidad.
Sus decisiones fueran dudosas y cuestionables permanentemente. Sin embargo cada
ciudadano que va a votar sea con voto en contra o nulo no tiene la palabra
completa por que le reconoció el beneficio de la duda al sistema y por lo tanto
lo avaló. El ciudadano que no va votar y lo hace conscientemente puede en feliz
término no reconocer al gobierno electo. Pero cuando el ciudadano se abstiene
consiente y activamente y exige el cumplimiento de la ley, y sabe usar los
recursos que le ofrece la ley, se convierte en un arma en potencia contra el
mal gobierno de baja legitimidad. Y cuando el ciudadano no solo asume posturas
activas sino también acciones de rebeldía contra el mal gobierno puede incluso
derrocarlo.
En
conclusión en el abanico electoral del ejercicio del voto o del no ejercicio
del voto para valorar su contribución al mejoramiento del sistema político en
eficiencia, honradez y democracia, la segunda vía o sea el no ejercicio del
voto es la primera intersección de salida, después como segunda salida es que
esta abstención no sea pasiva si no positiva que use las herramientas legales a
disposición para exigirle cuentas y eficiencia al gobierno electo y por último
la tercera intersección es que esta actuación tome un grado de trascendencia
mayor con la rebeldía ante un mal gobierno que llegó con un proceso de
elecciones sin legitimidad y que podrá hacerlo caer. Este
derrumbamiento de un mal gobierno generará en el mediano plazo procesos
electorales equitativos y basados en la confianza que logren buenos gobiernos al
servicio del pueblo.