Por José Luis Parra
Guillermo Padrés es un gobernador
chingón. Qué digo chingón… ¡chingonazo! Y es que no cualquier político aguanta
a tanto funcionario corrupto, ineficaz, ineficiente, maleta, para ser más
claro. Pero el calificativo se lo gana a pulso por esa capacidad para aguantar
a pie firme tanta metralla de sus adversarios.
Así, con esa aureola, Padrés dará la cara otra vez para informar a los sonorenses lo hecho en su cuarto año de gobierno. ¿Hay algo bueno qué decir? Difícil, pero hay que cumplir con el protocolo.
Guillermo
Padrés Elías, el político invicto que ha ganado todas sus batallas en lo
personal, acumula derrota tras derrota desde que es gobernador de Sonora. Y
todo gracias a sus colaboradores más cercanos, sus amigos, su gente de
confianza. El mandatario tiene un sombrío panorama, con una administración casi
en bancarrota.
El
mismo Padrés lo aceptó: Mi debilidad son mis amigos.
Y
con sus amigos está cayendo en un abismo sin fondo.
Este
panorama sombrío para el gobernante de la alternancia, tiene su origen: Antes
de iniciar las pasadas campañas, un grupo de priistas habría advertido al
gobernador: Si Enrique Peña Nieto llega a la presidencia tendrás tres años de
calvario.
Y
están cumpliendo su palabra.
Bueno,
ya le quedan dos años de calvario… si antes no se va como secretario general
del PAN nacional.
¿Y
qué mensaje mandará Padrés en su IV informe de gobierno? Indudablemente no será
de armonía, concordia y solidaridad con sus opositores, los que piensan
diferente. Pero sería una magnífica oportunidad para el armisticio político, de
tender la mano amiga para dirimir conflictos que afectan a todo un estado y sus
habitantes.
En este
escenario de confrontaciones políticas, que no ciudadanas, veremos la posición
que asumirá el gobernador Padrés en el cierre de su administración: Si seguirá
la política de confrontación o dará paso a la negociación, al equilibrio de los
famosos intereses políticos.
El asunto no es
menor. Padrés se juega el todo por el todo.
Padrés es un
político que tuvo la oportunidad de pasar a la historia como uno de los mejores
gobernantes. Pero hasta el momento su administración es de claroscuros y con
fuertes sospechas de corrupción entre sus colaboradores.
¿Qué
le ha funcionado a este gobierno?
El
acueducto, la obra consentida de este sexenio, está en los tribunales.
Los uniformes
escolares gratuitos, que tenía todos los ingredientes para el lucimiento
político, es un verdadero fracaso,
principalmente por acciones de rapiña. Muchos sonorenses quisieran saber
cuántos estudiantes han recibido una dotación completa de prendas. Deben ser
pocos. Inclusive, a estas alturas, cuando se supone que ya deberían dominar el
programa, los niños y niñas de complexión robusta siguen sin ver la suya porque
los estrategas gubernamentales ni siquiera tienen el sentido común de mantener
un control de tallas.
La seguridad
pública está para llorar. Sonora es más violento que nunca.
Las
obras públicas medio han funcionado, sobre todo porque han fluido los recursos
federales. Pero la sospecha de la corrupción empaña todos los buenos
propósitos. “La Mochada” se institucionalizó en este sexenio.
De
verdaderas acciones de política social, instrumentadas por SEDESSON a través de
sus diferentes programas, poco hemos sabido. Pero eso sí, el clientelismo
político marca un buen repunte en esa dependencia.
Entonces,
¿cuál es el saldo del gobernador Padrés?
El
sector salud está por la calle de la amargura. Pese a sus problemas
financieros, el l ISSSTESON es una institución que brinda un servicio de
excelencia a sus derechohabientes. Es el punto que salva al gobernador en este
rubro. El resto, para llorar.
Ante
los nulos resultados, el gobernador no
puso orden. Los abridores no respondieron. Y los cerradores no se ven. El
gobierno luce un acelerado desgaste. Y el Jefe del Ejecutivo también.
La
famosa frase de renovarse o morir, nunca se aplicó.
Padrés
no se animó a dar un brusco golpe de timón para que el barco no se hunda antes
de llegar a puerto seguro.
La
intimidación y arrogancia pareciera ser el sello del actual régimen. Al menos
es la percepción que la sociedad tiene de los funcionarios de alto, mediano y
bajo nivel desde las primeras batallas de una guerra que ya tiene hastiada a
una ciudadanía decepcionada de la llamada clase política sonorense.
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