Por Martín Velez
En los volados jugábamos quién
sería el primero en cruzar a nado el canal del Sobaco, o quién sería, en pos del
racimo de dátiles, el encargado de trepar la palmera en los terrenos de “La
Viuda” (la viuda del general Álvaro Obregón), o nos jugábamos las cartitas
coleccionables del Santo, el Cavernario, Blue Demon o el Buldog. La moneda
lanzada al aire decidía desde la misión más arriesgada a los asuntos más
sencillos.La expresión “caer cagando”
corresponde a la prehistoria de los juegos infantiles. Se estilaba antes de que
los juegos de niños estuvieran atados a la pantalla de la tele o computadora.
Curiosamente tiene que ver con el dedo gordo, el mismo que ahora tanto utilizan
los niños y no tan niños para mover los controles de sus juguetes electrónicos,
pues era ese dedo el que antaño servía para lanzar la moneda al aire en el juego
de “volados”.
La salomónica moneda evitaba que los asuntos los dirimiéramos a trancazos, aunque no siempre lo lograba. Caía águila o caía sello. Pero ¿Qué pasaba cuando a la moneda se le ocurría caer clavada en una ranura del suelo, o sobre un matorral que la mantenía vertical?; entonces utilizábamos la fea expresión y decíamos “cayó cagando”, declarando el consiguiente empate. Entonces se repetía el volado. Desde luego que la fea expresión carece de sustento científico, pues no se ha demostrado que las monedas cuenten con aparato digestivo.
Los que si digieren, y mucho, son los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (lástima de nombre, y vaya digestión, pues los Sres. y Sras. ministros se engullen 600,000 pesos mensuales, más los caiditos). Especializados en arbitrar las complicidades de los poderes fácticos, los señores ministros han desarrollado el delicado, pero difícil, arte de que la moneda de la justicia siempre “caiga cagando”.
Así sucedió en el triste caso de la Guardería ABC. La Suprema Corte documentó la serie de violaciones legales, omisión de responsabilidades, irregularidades mil que fueron causa y origen de la tragedia; pero no determinó responsabilidades concretas que hicieran que los culpables de esas violaciones fueran encarcelados, o, mínimamente, procesados.
Así sucedió en el caso de Florence Cassez. La “suprema” determinó las violaciones al debido proceso legal de la francesa, y determinó su libertad. Pero calló en cuanto a los responsables de los delitos cometidos durante el procesamiento de Florance. La justicia a medias es como una moneda con ganas de zurrar.
Así sucedió en el caso de Raúl Salinas, cuando un oscuro juez determinó que no se puede demostrar el enriquecimiento ilícito. ¿Acaso existe el delito de “robo de partida secreta”?. Declarar ratero a Raúl, equivale a declarar ratero a Carlos Salinas. Pero eso sería igual a decirle ratero a Arturo Montiel (cuyo enriquecimiento es similar al de los Salinas) y a su secretario de finanzas: Enrique Peña Nieto. Por eso, mejor, en el caso Salinas, la justiciera moneda declara su diarrea y se refugia en el cómodo toilet de la impunidad.
No tenía por qué ser diferente en el caso del amparo concedido a la Tribu Yaqui. Reunida para “aclarar” los alcances de un amparo concedido anteriormente en favor de la tribu, la Suprema Corte de los Criterios Ínfimos, determino reiterar el amparo en favor del pueblo Yaqui; pero dejó en los aires de la indefinición el hacer o no hacer justicia. Determinó que se suspenda la operación del acueducto del Novillo, pero sólo si se determina que los reclamantes, o sea los yaquis, están sufriendo daños irreparables. Pero no dice quién carajos debe determinar tal cosa. Para que se corrija una injusticia de las autoridades, la suprema corte deja el asunto en manos de esas mismas autoridades. ¡Vaya manera de caer cagando! Al verse en manos de autoridades omisas, la justicia, de por sí tímida, mejor se omite.
La salomónica moneda evitaba que los asuntos los dirimiéramos a trancazos, aunque no siempre lo lograba. Caía águila o caía sello. Pero ¿Qué pasaba cuando a la moneda se le ocurría caer clavada en una ranura del suelo, o sobre un matorral que la mantenía vertical?; entonces utilizábamos la fea expresión y decíamos “cayó cagando”, declarando el consiguiente empate. Entonces se repetía el volado. Desde luego que la fea expresión carece de sustento científico, pues no se ha demostrado que las monedas cuenten con aparato digestivo.
Los que si digieren, y mucho, son los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (lástima de nombre, y vaya digestión, pues los Sres. y Sras. ministros se engullen 600,000 pesos mensuales, más los caiditos). Especializados en arbitrar las complicidades de los poderes fácticos, los señores ministros han desarrollado el delicado, pero difícil, arte de que la moneda de la justicia siempre “caiga cagando”.
Así sucedió en el triste caso de la Guardería ABC. La Suprema Corte documentó la serie de violaciones legales, omisión de responsabilidades, irregularidades mil que fueron causa y origen de la tragedia; pero no determinó responsabilidades concretas que hicieran que los culpables de esas violaciones fueran encarcelados, o, mínimamente, procesados.
Así sucedió en el caso de Florence Cassez. La “suprema” determinó las violaciones al debido proceso legal de la francesa, y determinó su libertad. Pero calló en cuanto a los responsables de los delitos cometidos durante el procesamiento de Florance. La justicia a medias es como una moneda con ganas de zurrar.
Así sucedió en el caso de Raúl Salinas, cuando un oscuro juez determinó que no se puede demostrar el enriquecimiento ilícito. ¿Acaso existe el delito de “robo de partida secreta”?. Declarar ratero a Raúl, equivale a declarar ratero a Carlos Salinas. Pero eso sería igual a decirle ratero a Arturo Montiel (cuyo enriquecimiento es similar al de los Salinas) y a su secretario de finanzas: Enrique Peña Nieto. Por eso, mejor, en el caso Salinas, la justiciera moneda declara su diarrea y se refugia en el cómodo toilet de la impunidad.
No tenía por qué ser diferente en el caso del amparo concedido a la Tribu Yaqui. Reunida para “aclarar” los alcances de un amparo concedido anteriormente en favor de la tribu, la Suprema Corte de los Criterios Ínfimos, determino reiterar el amparo en favor del pueblo Yaqui; pero dejó en los aires de la indefinición el hacer o no hacer justicia. Determinó que se suspenda la operación del acueducto del Novillo, pero sólo si se determina que los reclamantes, o sea los yaquis, están sufriendo daños irreparables. Pero no dice quién carajos debe determinar tal cosa. Para que se corrija una injusticia de las autoridades, la suprema corte deja el asunto en manos de esas mismas autoridades. ¡Vaya manera de caer cagando! Al verse en manos de autoridades omisas, la justicia, de por sí tímida, mejor se omite.
Iniciativa de ley
Lázaro Cárdenas del Río
Javier Jiménez Espriú
La iniciativa de reforma energética presentada por el Ejecutivo
debía, según la fuente inspiradora de la misma, llamarse
Si eso nos hubieran dicho desde el principio, si no nos hubieran acusado de dogmáticos y de
Pero, basta de ironías, que esto es muy serio y los mexicanos no somos estúpidos; vemos con claridad que la letra y el espíritu de lo que se ha presentado como iniciativa, no tiene nada que ver con Cárdenas y su gesta patriótica y es, por el contrario, la antítesis de lo que fue aquello.
Resulta, por tanto, indignante, poco ético, una manipulación burda, salir ahora con una enorme patraña, vulgar y obvia, queriendo confundir a quienes saben del patriotismo del general Cárdenas, endilgándole la paternidad de su reforma.
Don Lázaro vio con enorme entusiasmo, porque fue consultado en su momento, la inclusión en el artículo 27 constitucional de la prohibición de los contratos de riesgo. Lo sé de fuente directa, en conversaciones personales que tuve con mi suegro, el ingeniero Pascual Gutiérrez Roldán, quien era en 1960, cuando esto tuvo lugar, director general de Petróleos Mexicanos.
El presidente Cárdenas no habría aceptado nunca, tampoco luego de la expropiación que tanto costó al pueblo de México, que se entregara a la iniciativa privada nacional y extranjera y seguramente más extranjera que nacional, la corriente hacia abajo que se inicia en la refinación, como ahora se pretende.
Son las múltiples referencias al presidente Lázaro Cárdenas, a los fundamentos cardenistas, al espíritu de las reformas cardenistas, a las ideas fundamentales del presidente Lázaro Cárdenas, al modelo cardenista, al marco jurídico promovido por el presidente Lázaro Cárdenas del Río, a la historia de las reformas cardenistas, que plagan la iniciativa presentada, un engaño más en la cadena interminable de falacias con las que se trata de que el pueblo
Se trata de un acto de temor a hablar con la verdad de lo que se persigue y que lleva a abrazarse a lo que tanto se criticó en todos los discursos de los corifeos incondicionales:
Engaño igual a los que se presentan como carnada para pescar voluntades, como la creación millonaria de empleos, la disminución del precio de los combustibles, aumento del ingreso per cápita, etcétera, que hoy nadie puede refutar, como nadie puede confirmar.
Ya hablaremos de las otras falacias. Hoy valga sólo manifestar el enorme malestar de constatar a qué se está dispuesto con tal de salirse con la suya: el compartir –¿entre quienes?– la renta petrolera y los negocios de largo plazo de la industria de los hidrocarburos.
¡Ah, y me refiero a todos:
Iniciativa de ley Lázaro Cárdenas del Río. Resulta, para sorpresa de todos, que el general Cárdenas, así de visionario, dejó marcadas en su
sagradas escrituraslas líneas modernizadoras de la industria petrolera de México, para que un día un mesías sexenal, interpretando adecuadamente el pensamiento nacionalista del viejo presidente salvara a la industria y a la patria en beneficio de los mexicanos.
Si eso nos hubieran dicho desde el principio, si no nos hubieran acusado de dogmáticos y de
falso nacionalismocuando invocábamos la figura del señor general y la gesta soberana de 1938, que llamaban tabús con los que había que acabar para romper las amarras con un pasado ya pasado; si nos hubieran advertido que eran, ni más ni menos, la letra y el espíritu de la expropiación petrolera lo que guiaba los propósitos del gobierno para su reforma energética y que lo que se preparaba era tan sólo la forma de hacer válidos los postulados de soberanía y dignidad que acompañaron la expropiación, ante las amenazas de quienes quieren apoderarse de nuestro petróleo, jamás hubiéramos pensado que de lo que se trataba era de entregar el petróleo de México a los ricos de aquí y de allá y seguramente la hubiéramos apoyado
a ojos cerrados.
Pero, basta de ironías, que esto es muy serio y los mexicanos no somos estúpidos; vemos con claridad que la letra y el espíritu de lo que se ha presentado como iniciativa, no tiene nada que ver con Cárdenas y su gesta patriótica y es, por el contrario, la antítesis de lo que fue aquello.
Resulta, por tanto, indignante, poco ético, una manipulación burda, salir ahora con una enorme patraña, vulgar y obvia, queriendo confundir a quienes saben del patriotismo del general Cárdenas, endilgándole la paternidad de su reforma.
Don Lázaro vio con enorme entusiasmo, porque fue consultado en su momento, la inclusión en el artículo 27 constitucional de la prohibición de los contratos de riesgo. Lo sé de fuente directa, en conversaciones personales que tuve con mi suegro, el ingeniero Pascual Gutiérrez Roldán, quien era en 1960, cuando esto tuvo lugar, director general de Petróleos Mexicanos.
El presidente Cárdenas no habría aceptado nunca, tampoco luego de la expropiación que tanto costó al pueblo de México, que se entregara a la iniciativa privada nacional y extranjera y seguramente más extranjera que nacional, la corriente hacia abajo que se inicia en la refinación, como ahora se pretende.
Son las múltiples referencias al presidente Lázaro Cárdenas, a los fundamentos cardenistas, al espíritu de las reformas cardenistas, a las ideas fundamentales del presidente Lázaro Cárdenas, al modelo cardenista, al marco jurídico promovido por el presidente Lázaro Cárdenas del Río, a la historia de las reformas cardenistas, que plagan la iniciativa presentada, un engaño más en la cadena interminable de falacias con las que se trata de que el pueblo
se trague la píldora.
Se trata de un acto de temor a hablar con la verdad de lo que se persigue y que lleva a abrazarse a lo que tanto se criticó en todos los discursos de los corifeos incondicionales:
A los mitos y los dogmas del pasado, como los llamaban despectivamente para descalificar.
Engaño igual a los que se presentan como carnada para pescar voluntades, como la creación millonaria de empleos, la disminución del precio de los combustibles, aumento del ingreso per cápita, etcétera, que hoy nadie puede refutar, como nadie puede confirmar.
Ya hablaremos de las otras falacias. Hoy valga sólo manifestar el enorme malestar de constatar a qué se está dispuesto con tal de salirse con la suya: el compartir –¿entre quienes?– la renta petrolera y los negocios de largo plazo de la industria de los hidrocarburos.
¡Ah, y me refiero a todos:
los convencionales y los no convencionales!, que todos son hidrocarburos, recursos no renovables, pertenecientes a la Nación.
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