Acarreo
y viejas prácticas priistas para llenar el zócalo en evento del Moreprian
Enboga
Editor. diciembre 6, 2025
Lo que en
principio se planteó como una celebración de aniversario, comenzó a adquirir
matices incómodos para quienes hacen crítica política: denuncias de “acarreo” y
la impresión de viejas prácticas de movilización masiva al estilo priista
afloraron desde antes de que iniciaran los discursos.
Este sábado
6 de diciembre, el centro de la Ciudad de México —el emblemático Zócalo de la
Ciudad de México— volvió a ser escenario de una concentración masiva convocada
por la presidenta Claudia Sheinbaum para conmemorar siete años de la Cuarta
Transformación (4T). Lo que en principio se planteó como una celebración de
aniversario, comenzó a adquirir matices incómodos para quienes hacen crítica
política: denuncias de “acarreo” y la impresión de viejas prácticas de
movilización masiva al estilo priista afloraron desde antes de que iniciaran
los discursos.
Desde las
primeras horas de la madrugada ya habían reportes de contingentes entrando al
Zócalo y caminando desde distintos puntos de la capital, y también provenientes
de estados como Veracruz. Los accesos viales —Paseo de la Reforma, avenida
Juárez— fueron cerrados, lo que facilitó la llegada coordinada de grupos.
Aunque las imágenes mostraban una plaza abarrotada, quedó la duda acerca de la
espontaneidad de la concentración: en redes sociales y en declaraciones públicas
se denunció que muchos de los asistentes habían sido trasladados en autobuses,
posiblemente con incentivos económicos o materiales a cambio de su presencia, a
la vez que quedan sobre la mesa las dudas respecto al origen de esos
financiamientos que se calculan millonarios para movilizar a tantas personas.
Críticos
señalaron que el uso masivo de transporte pagado para acarrear gente recuerda
las viejas prácticas del viejo partido hegemónico: mecanismos de movilización
que en el pasado —y no hace tanto— se utilizaron para crear la ilusión de apoyo
popular, sin reflejar necesariamente voluntad propia. En un salto temporal, lo
que parecía superado —la manipulación de movilizaciones— reaparece como una
sombra sobre la legitimidad del acto. También se ha cuestionado la falta de
grupos como el “bloque negro” y grupos radicales que aparecen para reventar las
manifestaciones de la oposición.
Por su
parte, el gobierno y simpatizantes de Sheinbaum defendieron que se trata de
ciudadanos que se organizan e incluso rentan transporte para acudir juntos, un
argumento que la propia mandataria ya utilizó en el pasado tras
cuestionamientos similares. Sin embargo, tal defensa no logra disipar la
percepción sobre una movilización orquestada. El riesgo de legitimar un
mecanismo de convocatoria masiva bajo formas cuestionables choca con la
narrativa de transformación, renovación y ruptura con viejos vicios.
Lo
ocurrido este 6 de diciembre en el Zócalo no es un acto aislado: marca un
retorno simbólico de métodos de control social y político que partidos de
antaño —y particularmente del viejo régimen priista— emplearon para su
beneficio. Aun cuando hayan cambiado los nombres, la forma revive con nuevos
actores. La gran duda es si quien salió beneficiada fue la democracia —y la
genuina movilización ciudadana—, o simplemente la maquinaria de un partido cuyo
músculo, al menos por hoy, parece depender de autobuses llenos de gente.
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