Ayer se presentó una vez más en el Congreso del Estado Raúl Ramírez Ramírez como si tal cosa, como si no se diera cuenta de que lleva seis años cobrando, bien cobrado, por un cargo del que se hizo y en el que continúa en la ilegalidad.
Ramírez fue designado presidente de la CEDH sin haber cumplido la edad exigida por la Ley y ratificado luego de cuatro años para un nuevo periodo, sin que el Poder Legislativo acatara la disposición del artículo 11 de la Ley que creó la CEDH en el sentido de valorar “previamente las opiniones de la sociedad sonorense”. Cuando se nombró a Ramírez, la Comisión de Derechos Humanos, encabezada por el inútil diputado Damián Zepeda, entrevistó a todos los que se consideraban aptos para el cargo; para efectos de regalarle después otros cuatro años de buena vida a Ramírez, no se llevó al cabo la convocatoria respectiva.
Y lleva seis años de ilegalidad, al margen de las fallas señaladas, porque el gran saqueador de Sonora, Guillermo Padrés, nunca envió al Congreso, para la aprobación o el rechazo, la lista de ciudadanos que integrarían el Consejo Consultivo de la Comisión que tiene, entre otras facultades, la revisión del presupuesto . Esto ha permitido a Ramírez y banda que lo acompaña servirse con la cuchara grande. Es como si, por haber sido hijo de un líder cetemista, le hubieran otorgado la concesión de explotar a la CEDH.
Ayer, poco antes de la entrega del informe, y por mera casualidad, topé con el secretario de gobierno, que representó a la gobernadora Pavlovich, y me dijo que se había enviado ya al Congreso la propuesta de Consejo Consultivo y que se hallaba “en la cancha de los legisladores”. El coordinador de la bancada panista Moisés Gómez Reyna lo corroboró.
La administración de Claudia debe prepararse para las amargas sorpresas que aún dará a Ramírez. Ya perdió unos cuantos juicios laborales por despido injustificado y falta de pago de prestaciones de quienes cesó brutalmente en 2009 para acomodar a sus amigos y amigas, pero falta lo grueso. Otros casos que se pierdan obligará a embargar el edificio de la Comisión que, por cierto, no es de la Comisión.
Por lo demás, el teatro fue el de siempre: raza a sueldo posesionada de las butacas del salón de plenos, lista para aplaudir; individuos con apariencia de populacho haciendo bola afuera del Congreso y las secretarias, lo que sea de cada quien, guapas, como elemento decorativo de un informe más de Ramírez, a quien todavía se le nota el dolor del espinazo por haber estado seis años doblegado ante el gobernador Padrés y el presidente municipal Javier Gándara. |
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