Cajeme no es plan de Durazo
A. de la Torre.
Cuando peleamos para vencer al PRI, para luchar por las demandas sociales, apoyando a los movimientos sociales y obreros, nunca nos imaginamos que con un nuevo gobierno que lo sustituyera, las cosas saldrían peor.
Mas tarde en 1994 y 1997 se acumulaban
fuerzas incluyendo votos en cada elección para lograr ayuntamientos que
defendieran a la gente, que vieran por sus grandes carencias sociales, por
organización en fábricas, maquiladoras, y en dependencias gubernamentales, pero
al ganar el PRD en 1997 no fue así, los que obtuvieron los cargos municipales y
espacios en el Congreso del Estado, siempre bandearon y se inclinaron tal vez
con canonjías y con prebendas a cambio, del lado del poder, desde Beltrones,
pasando por López Nogales, Bours, Padrés y la Pavlo.
En 1997 llegaron 12 diputados y se
derrotó con el PRD al PRI y se desplazó a la pequeña burguesía que vivió del
saqueo de las arcas municipales, de los contratos de obras, de las concesiones,
de las componendas.
Todo el sistema se encontraba alineado
al hegemonismo y al control de los trabajadores con el charrismo sindical, que
hoy con la cuata tanfomachón. el dinosaurio inconcebiblemente prevalece,
sobrevive y pacta con el poder de Durazo, dixit el encuentro con Villarreal y
la CTM.
Los ayuntamientos ganados por una
nueva opción, debieron convertirse en instancias de organización popular para
lograr el progreso de la gente, su organización, su defensa y su capacidad para
gobernarse.
Sin embargo ganar los ayuntamientos
no significó casi nada, solo ser manejados por ediles autoritarios en 1997
desde Guaymas a Huatabampo.
Casi todo se perdió en 2000 por esta
frustración de las ambiciones personales que se impusieron por encima de las
decisiones horizontales, por encima de la participación popular y por encima de
un gobierno hecho por la colonias populares, por los trabajadores que debieron
romper el control sindical corrupto de los charros, por organizaciones
cooperativas, sociedades productivas, etcétera.
Cajeme en el año 2000 regresó a manos
del PRI y luego quedó en el PAN, por 6 trienios, hasta que llegó la cuata
tanfomachón con un tendencioso filo priísta como fue Sergio Mariscal, y con un
alcalde repetido como es Javier Lamarque.
Cajeme no pudo lograr con el cambio
de partido una expectativa que reconstruyera el tejido social, ya que la
inseguridad, el tráfico de la droga cristal y la desintegración con esta
difícil situación de la violencia intrafamiliar. se debe a esta incapacidad de
lograr que la comunidad tome decisiones de gobierno y participe conscientemente
para mejorar sus condiciones de vida y que disminuya la descomposición y que no
siga la violencia tan exagerada de tantos homicidios.
Cajeme no ha contado con el apoyo
federal, ya que el orden judicial, el orden policiaco y el contubernio con la
criminalidad no se detuvo con los dos últimos gobiernos.
Gran parte de la responsabilidad se
debe a no asumir su deber cada cabildo electo, en 2018 y 2021, que debió
corresponderle con trabajo, capacidad y proyectos para mejorar la conducción de
un ayuntamiento.
El presupuesto municipal de Cajeme,
nunca mejoró, lo absorbió la enorme carga de la deuda pública, y el gran trozo
que se llevan las pensiones de los burócratas municipales retirados.
Las calles despedazadas rebasan la
capacidad presupuestal municipal, pero también el ejercicio irresponsable de la
función de los regidores, incompetentes, alineados a las ambiciones de un
alcalde, sin iniciativas y sin cumplimiento de la normatividad municipal,
generan un gran desorden y una gran desobligación para cumplirle a la
ciudadanía.
Lo que fabrica esta gran omisión en
el funcionamiento de cabildo, también generado por diputados convenencieros y
corrompidos es el desaliento, el retraimiento y la desilusión cada tres años de
competidores por el encargo del ayuntamiento, cada vez mas cínicos,
manipuladores y nepotistas.
Cajeme requiere como Acapulco un plan
emergente Otis, y nunca se gestionan los recursos a causa de la obediencia a la
concentración vertical del poder presidencial y al poder de un gobernador.
Cajeme no tiene aliento, no solo por
este shock de violencia si no por la insuficiencia de recursos que impulsen el
ingreso de la población que termina por vender cristal en las calles, por la
falta de vías reconstruidas, por la inexistencia de mecanismos de participación
ciudadana.
El desplazamiento presupuestal de
Cajeme para obtener recursos no es solo una deficiencia actual. Desde siempre
el centro del Estado concentra la inversión, el flujo monetario por el desigual
despacho de las dependencias de gobierno y por tomarse desde la capital casi
todas las decisiones gubernamentales.
Cajeme debe protestar y entrar en una
etapa de reconstrucción del tejido comunitario, incluyendo el involucramiento
de consejos ciudadanos de gobierno, y buscar la estabilidad social que acabe
con los generadores de violencia, requiere un plan marshall como el que se
aplicó después de la segunda guerra mundial, o un plan Otis Acapulco ante el
huracán del deterioro y la irresponsabilidad de los grupos de poder ahora
enquistado en lo que dan en llamar Cuata Tanfomachón.
Cajeme no está derrotado, debe
levantarse con la mira al frente, no queda de otra.
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