El parapeto de Murrieta en la PGJE de
Padrés y ahora de diptuado.
Por Carlos Moncada
No es que el diputado Abel Murrieta haya
dicho mentiras. Los procesos de desafuero son, efectivamente, prolongados. Y el
que se solicitó contra el diputado federal Agustín Rodríguez, protegido por
Padrés como miembro relevante de la pandilla de corruptos, hará una larga cola
entre los muchos juicios políticos solicitados.
Lo que extraña es que, luego de haber sido
un furioso crítico de la podrida administración anterior, ahora habla como para
desanimarnos a los ciudadanos. ¿Por qué no agregó “son procesos muy largos, la
fila es enorme, pero buscaremos un camino corto para sancionar a éste acusado
de tortura”?
Es difícil comprender su actitud si no se
consideran algunos hechos.
Abel Murrieta era procurador de justicia
al terminar el sexenio de Eduardo Bours y aceptó continuar en el cargo al
entrar Guillermo Padrés. Dijo al autor de esta columna que previo a la
aceptación, consultó a Ricardo Bours, quien no tuvo objeción y que “no mediaron
motivaciones políticas en su decisión, sino amor profesional a las tareas que
desempeñaba” (“Asalto a Sonora”, p. 42)
No dijo si hizo consideraciones
ideológicas o éticas. El visto bueno de Ricardo, su jefe político, le bastó
para continuar a las órdenes de un nuevo jefe
En enero de 2010, Padrés le impuso a
Carlos Navarro Sugich como subprocurador. Lo puso a aprender el oficio para
nombrarlo dos años más tarde en lugar de Murrieta. Había dos averiguaciones
previas contra Navarro, por despojo, amenazas y otros delitos, que Abel dejó de
lado.
Abel tenía un poco más de cinco meses de
procurador cuando asesinaron en Vícam a los dirigentes transportistas Francisco
Javier Meza Soto, Humberto Aispuro Rodelo y Alejandro Méndez Domínguez.
¿Alguien sabe qué sentencia se dio a los asesinos, o si fueron aprehendidos, o
al menos identificados?
Abel era procurador en mayo de 2010 cuando
con pública exhibición de abuso el ayuntamiento que encabezaba Javier Gándara
destruyó la torre de Hermosillo Flash, lo que desembocó en una resolución de la
Suprema Corte de pagar al periodista ya fallecido una indemnización, lo que
todavía no se cumple.
Abel era procurador cuando, ese mismo año,
los perros de Padrés emprendieron una campaña de intimidación contra los
agricultores del Yaqui que rechazaban el acueducto. No se sabe que uno de esos
perros haya sido amarrado.
Abel llevaba unos veinte meses de procurador cuando, en junio de 2011, agentes del gobierno, muchos dependientes de la Procuraduría, garrotearon y gasearon a los yaquis para que levantaran el bloqueo de Vícam. Varios fueron encarcelados.
Abel llevaba unos veinte meses de procurador cuando, en junio de 2011, agentes del gobierno, muchos dependientes de la Procuraduría, garrotearon y gasearon a los yaquis para que levantaran el bloqueo de Vícam. Varios fueron encarcelados.
Me salté unos meses, porque el 13 de marzo
de ese año, Gisela Peraza Villa, empleada de la familia Padrés, fue acusada del
robo de parte de los millones de pesos que guardaba la pareja en cajas de
cartón, y golpeada, torturada, hundida en la cárcel durante cuatro años. No se
sabe que el procurador Murrieta haya actuado contra los agentes culpables o
bien exigido que se cumpliera el procedimiento legal o interpuesto un recurso
contra la sentencia. Quizá se comunicó con el secretario particular de Padrés,
Agustín Rodríguez, de oficio torturador, para saber cómo andaba el asunto, o
tal vez le habló Rodríguez a Murrieta para darle instrucciones, lo que explica
que nada hiciera el procurador. Y ya en el terreno de las suposiciones, pudo
suceder que en esa plática Abel y Agustín se hayan caído bien y comenzado
entonces una amistad que también podría explicar por qué el desgano de Abel
para enjuiciar a Agustín.
Esta columna se ha hecho eco de la
suposición pública de que a Padrés lo protegen funcionarios y políticos
influyentes de la capital del país; podría haber llegado la recomendación
oportuna al ex procurador, hoy diputado federal, que, como quiere seguir sin
trabas su carrera, ha de quedar bien con los recomendadores. Sabe que la cola
de los que quieren ser candidatos al Senado y al Ayuntamiento de Cajeme está
más larga que la de los mexicanos que piden juicio político para los
funcionarios corruptos, y que de algún modo hay que llegar.
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