-APLAZADO UNA VEZ MÁS-.
Por Alejandro de la Torre./ CRóNICA10.
Este primero de marzo, se terminó la primera quinta parte del Gobierno de Andrés M. López Obrador.
Las cuatro grandes obras que lo definen y que están en construcción, no pueden catalogarse como parte de una transformación: La Refinería de Dos Bocas, el Tren Maya, el Aeropuerto de Sta Lucía y el proyecto Trans-istmico.
Hay otros grandes proyectos como Sembrando Vida, el programa de Bienestar Social, Segalmex o la Guardia Nacional. Igualmente no pueden catalogarse como parte de una Transformación.
También podemos visualizar las reformas legales, como la Ley de Seguridad, la de vincular a la Corrupción como delito grave, la Ley de Extinción de Dominio, o la Ley que evitará la condonación de impuestos. Tampoco podemos concebirlas como un cambio de fondo, si no de forma.
El Ministerio Público federal no sufre cambios, todo continúa con el tortuguismo y la desatención a la ciudadanía que reclama que se persigan los delitos de corrupción, delincuencia de delitos federales y los delincuentes de cuello blanco cuyos delitos no han prescrito.
A 56 meses de concluir el sexenio surgido de la derrota del PRI y del PAN, no visualizamos en el corto plazo el camino para el cambio de Régimen Político, pero tampoco en el largo plazo.
No se han articulado las piezas básicas para que el país obtenga un cambio estructural en la operación del aparato del Estado y no se reconoce ninguna decisión que nos lo advierta, mucho menos cuando en junio del próximo año haya nuevas elecciones federales y algunas estatales.
Incluso decir que ya no se es corrupto, no garantiza ni un ápice de que por el solo hecho, el régimen haya tenido un leve cambio, la corrupción no es un mal endémico sino exógeno al Sistema, y es efecto de un viejo régimen no una causa de uno nuevo. La causa del subdesarrollo no es la corrupción del aparato del Estado, si no la injusticia capitalista que explota hasta la saciedad a la fuerza de trabajo obrera. Por más que se empeñe el Peje presidente en alegarlo. Siendo así la corrupción disminuirá con el cambio de régimen pero solo se acabará con el cambio de sistema económico para que ya no haya explotación del hombre sobre el hombre, de una clase explotadora sobre la clase explotada.
Las estructuras políticas siguen intactas a pesar de que nuevos partidos tengan la mayoría en las cámaras legislativas, el funcionamiento del poder judicial federal no ha obtenido cambios de fondo, el control corporativo de las centrales obreras y los grandes sindicatos siguen igual y no hay despunte de la clase trabajadora para romper con las ataduras de sometimiento laboral, la sociedad en general y su base popular no ha experimentado en ningún momento espacios de organización y participación en la toma de decisiones públicas, ni en la consulta para hacer nuevas leyes.
No existe organización popular en la base de las ciudades ni del campo. Los gobiernos de los Estados siguen funcionando con el autoritarismo y la corrupción del pasado priísta y el gobierno federal no descentraliza los recursos del Estado para que los municipios obtengan proporcional-mente suficientes recursos y brinden un bienestar social siempre aplazado.
No hay reforma legal para fomentar el mercado interno y el fortalecimiento de pequeñas empresas. El salario de los trabajadores mexicanos a pesar de un aumento gradual sigue siendo el más bajo del mundo.
No hay reforma legal para los medios de comunicación y para elevar el nivel cultural del pueblo.
La relación del gobierno federal de AMLO con los gobiernos estatales es de apapacho, encubrimiento, y con los gobiernos municipales, un relación que se hace de la vista gorda, no existe una nueva relación política de rendición de cuentas y de compromiso con los gobernados, las conductas del viejo régimen se repiten incluso la de los alcaldes de Morena que reproducen el autoritarismo, la corrupción y las componendas de los ayuntamientos prianistas.
Los organismos financieros controlan los recursos que benefician al narcotráfico y los grupos delincuenciales controlan grandes áreas donde hay subestados.
El proyecto a cinco años de AMLO y su gobierno no es un proyecto de los trabajadores, no es un proyecto de clase, es un régimen ambigüo que no termina por definirse, de transición o de recuperación de la credibilidad del Estado, de rasparle lo más cochambroso y de recuperar la estabilidad a punto de destruirse con el Peñato y el Calderonato.
Si se nota un cambio radical en la forma de gobierno, pero hasta ahora en el cumplimiento de su quinta parte, no hay un cambio ni leve, menos de fondo, del Régimen Político, mucho menos del Sistema Económico y Social.
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