sábado, 20 de enero de 2018

Lóipez Obrador en la transición y los defectos


Creer en el país, creer en acabar el infortunio
Del volado a la certeza, del abuso de poder
y del poder del abuso
Por Alejandro De la Torre D. / CRóNICA10


Desde que uno tiene memoria al ver las películas de los años 40, de Pardave y Buñuel, pasando por “Nosotros los pobres” o últimamente “Amores perros” siempre nos muestran un pueblo en la desgracia, que vive con increíbles insuficiencias materiales a pesar de la época del milagro mexicano en la década del 50, a pesar de que el contorno del territorio asemeje al cuerno de la abundancia, a pesar de las enormes cantidades de petróleo exportado a los EU desde los años 70 que ingresaron miles de millones de dólares.
Los murales de Rivera o Siqueiros a mediados del siglo XX reflejan trabajadores explotados y en la miseria.
Los discursos de Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés López Obrador desde las elecciones de 1988 describieron un pueblo del que hay que rescatar de su pobreza al reclamar gobiernos que atiendan las carencias sociales.
O la recordada frase oratoria colosista de hace 24 años: “Veo un México con hambre y sed de justicia”.
País primer lugar emigrador de brazos de trabajo con 20 millones de seres que en menos de cuatro décadas se fueron allende del Rio Bravo y del desierto de Sonora.
El caso es pues, que después de 107 años del  levantamiento armado villista- zapatista, la población de este país sigue con raquíticos niveles de vida o sobrevida; en contraste se creó al mismo tiempo un pequeño grupo oligarca en las grandes esferas de la acumulación capitalista trasnacional con fortunas de una treintena de potentados que rebasan los mil millones de dólares cada uno y hasta los 40 mil millones de dólares en el caso del famoso Carlos Slim, todos ellos socios de corporaciones financieras extranjeras que operan en México.
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El impasse político de este 2018, se encuentra a la suerte del volado de una moneda o a buscar en el análisis la certeza de lo que sucederá.
El asunto no radica en saber si se escogerá uno de dos desenlaces, primero si se sostendrá al esquema de acumulación capitalista manteniendo al mismo régimen de control político gubernamental del Estado, PRI o PAN, que no han superado el problema de la pobreza del pueblo de México y que evidentemente no lo han hecho sus gobiernos desde la trifulca revolucionaria centuria y segundo si podrá un sempiterno líder de izquierda siempre derrotado que no ha gobernado al país, demostrar la solución al pauperismo mexicano, en este caso, tres veces Cárdenas y tres veces López Obrador. (Se generan cólicos estomacales).
Como lo explico, saber quién ganará la elección y quién gobernará, no es lo importante; saber si se sostiene el antagonismo de pobreza y acumulación de capital o si se presenta una nueva alternativa, tampoco.
Saber, conocer y vivir si habrá un suceso realmente trascendente es donde radica el fondo del caso que nos ocupa; esto es, el hecho que el pueblo de México y los trabajadores perpetuamente empobrecidos y fregados, rompan esas cadenas de sometimiento de una vez por todas.
Por ello, no es relevante si López Obrador el probable presidente de México pueda mantener la estabilidad económica, pueda demostrar que es sustancialmente mejor para gobernar y obtenga la gobernabilidad incluyendo la seguridad pública del país controlando la violencia y la criminalidad. No es relevante si es un viejo desubicado, mesiánico o inclinado a Chávez o a los rusos. Si a la hora de gobernar solo sus chicharrones truenen, sean sus decisiones presidencialistas o populistas y haga un gobierno de ocurrencias, como los detractores, los golpeadores o saboteadores de su alternativa política lo han atacado hasta la saciedad sin razón ni pruebas.
No es lo preocupante que el dólar se volatilice, que los EU echen a millones de migrantes, que se derrumbe más el PIB o que los inversionistas opten por sacar sus capitales del país inconformándose todos los poderes fácticos incluyendo la oligarquía financiera, a pesar del daño que pueda ocasionarse a un pueblo en la miseria, que al final y al cabo seguiría en la miseria. De cualquier modo ese escenario y sus consecuencias son poco probables.
Lo relevante y el meollo del asunto, es saber si en este momento definitivo el pueblo de México puede lograr activarse y luchar por sí mismo. Si el pueblo en su generalidad puede tener la decisión de actuar en consecuencia para superar sus atrasos y remontar la adversidad de la pobreza, la desigualdad y el subdesarrollo empezando por derrotar al viejo esquema y emprendiendo un nuevo futuro.
Los defectos de un líder presidencial AMLO, que por derrotar al régimen justifique convertirse en un pequeño dictador no es lo realmente importante, importante sería encontrar sus acotamientos pero también los mecanismos que potencialicen una presidencia fuerte y democrática apoyada por la mayoría del pueblo de México o en su defecto convocar a cambiar al régimen político imperante y caduco por uno nuevo con una mejor confeccionada Constitución Política, con regenerados poderes judicial, legislativo y presidencial.
Que el pueblo de México se ponga las pilas. Debemos creer que será un país para el pueblo, debemos creer en el país que es todo lo que tenemos, que el infortunio de la gente que se ha representado en las películas de una pobreza interminable, se acabe; es la esperanza de todos que se reconstruya un régimen democrático y socialista en el mediano plazo con mecanismos democráticos y sociales de participación y organización.
Evidentemente el modelo económico debe cambiar para que la diversificación y ampliación de unidades productivas sustituyan a las megaempresas y transnacionales que dominan el mercado y el aparato económico, controlado por los grandes titiriteros poderosos dueños del capital financiero.
Empujar la economía con el crecimiento de la economía en el campo, con el impulso de la pequeña y mediana empresa, con el impulso de las profesiones y los pequeños prestadores de servicios y diversificar los tratados de comercio internacional, es la alternativa a un modelo concentrador y acaparador que ha generado más pobreza y más pobres.
Fortalecer la economía nacional y ampliar simultáneamente los acuerdos económicos con Latinoamérica y Europa son la garantía de que la situación no se desestabilizará, de que el peso moneda mexicana recuperará su valor y su fuerza y de que pueden generarse nuevos paradigmas para alcanzar el crecimiento del producto interno bruto no únicamente el modelo trasnacional y exportador para unos cuantos.
Los probables defectos de un presidente que aparenta ayudar a los jóvenes con becas para estudiar o a los viejitos con una micropensión, no pueden sustituir a radicar el crecimiento del país, priorizando la educación destinándole del 5 al 8 por ciento del PIB y el 1 por ciento a la ciencia, a recuperar el sistema de pensiones devastado por la corrupción de las Afores, incluyendo un programa de pensión universal no solo un sistema de dadivas a un sector reducido de viejitos.
La izquierda o grupos críticos de la izquierda, neo marxistas o neo zapatistas, pueden ser más exigentes y críticos que la misma derecha, si López Obrador no capta sus propios defectos que son una evidencia al tomar unipersonalmente muchas de sus decisiones en aliarse con grupos o gente influyente en la coyuntura política y en su movimiento político, con el afán de vencer al adversario, descrito por el mismo, como la mafia del poder o como el PRIAN y sus aliados.
De la misma forma esa carga de combatir y no poder ganarle al enemigo político generan en los millones de seguidores de López Obrador y de su partido Morena posturas irreflexivas y hasta irracionales que son aprovechadas por sus golpeadores para intentar medrar a su movimiento.
En el fragor de la batalla no podemos pedir reflexión y sensibilidad, amplitud democrática y mayor tolerancia en el lopezobradorismo, pero este alineamiento u obediencia casi ciega al líder no debe convertirse en costumbre si se obtiene el gane electoral en la elección federal.
El escenario pese a todo es virtuoso, con sus carencias, errores y vicios. Pero es preciso señalar estas desviaciones.
Ante la debacle del régimen oprobioso de corrupción y desmedramiento que dejan los últimos gobiernos desde Salinas de Gortari, una nueva luz de esperanza debe ser el faro que logre la activización del pueblo de México, se encuentren los mecanismos de su participación y organización social libre y prospera y logre empujar una nueva Sociedad de justicia e igualdad y nunca se restablezcan la arbitrariedad, la destrucción, el poder para abusar y el abusar del poder.
Un gobierno de transición es lo que se espera de un nuevo presidente que no es del PRI ni del PAN. Una transición que siente las bases de un nuevo régimen político, creando y formando un nuevo vestido de ley mayor y de leyes menores aplicadas con justicia para todos. Que la ley deje de no aplicarse y que solo sirve para resguardar el poder de unos cuantos. Que la ley le sirva a los pobres, a los trabajadores, a las minorías y a la mayoría popular.
Esta transición no debe volverse hábito conformista para los beneficiarios de un presunto gobierno de López Obrador que segregue a la mayoría popular, sería lamentable; en cambio, debe ser un paso para lograr un Estado democrático y de un socialismo democrático, con un sistema de consensos y acuerdos con prioridad social.
Evidentemente combatir y destruir al capitalismo o sustituirlo por el socialismo no es el derrotero de seis años de López Obrador, nada más ajeno de la posibilidad, ni siquiera de otros seis años de otro presidente subsecuente.
Sin embargo, reconstruir el entramado constitucional para fortalecer la justicia y la igualdad y las garantías de libertad si debe ser un objetivo de la segunda parte de su gobierno que continúe un nuevo gobierno en 2024 con el mismo afán de potencializar el deseado país de los trabajadores y de los mexicanos.
El objetivo también debe ser potencializar la economía nacional con crecimientos del PIB nunca alcanzados antes para lograr la emancipación y el progreso popular.






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