Creer en el país, creer en acabar el infortunio
Del
volado a la certeza, del abuso de poder
y del
poder del abuso
Por Alejandro De la
Torre D. / CRóNICA10
Desde
que uno tiene memoria al ver las películas de los años 40, de Pardave y Buñuel,
pasando por “Nosotros los pobres” o últimamente “Amores perros” siempre nos muestran
un pueblo en la desgracia, que vive con increíbles insuficiencias materiales a
pesar de la época del milagro mexicano en la década del 50, a pesar de que el
contorno del territorio asemeje al cuerno de la abundancia, a pesar de las
enormes cantidades de petróleo exportado a los EU desde los años 70 que
ingresaron miles de millones de dólares.
Los
murales de Rivera o Siqueiros a mediados del siglo XX reflejan trabajadores
explotados y en la miseria.
Los
discursos de Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés López Obrador desde las elecciones de
1988 describieron un pueblo del que hay que rescatar de su pobreza al reclamar
gobiernos que atiendan las carencias sociales.
O
la recordada frase oratoria colosista de hace 24 años: “Veo un México con
hambre y sed de justicia”.
País
primer lugar emigrador de brazos de trabajo con 20 millones de seres que en
menos de cuatro décadas se fueron allende del Rio Bravo y del desierto de
Sonora.
El
caso es pues, que después de 107 años del levantamiento armado villista- zapatista, la
población de este país sigue con raquíticos niveles de vida o sobrevida; en
contraste se creó al mismo tiempo un pequeño grupo oligarca en las grandes
esferas de la acumulación capitalista trasnacional con fortunas de una
treintena de potentados que rebasan los mil millones de dólares cada uno y
hasta los 40 mil millones de dólares en el caso del famoso Carlos Slim, todos
ellos socios de corporaciones financieras extranjeras que operan en México.
El
impasse político de este 2018, se
encuentra a la suerte del volado de una moneda o a buscar en el análisis la
certeza de lo que sucederá.
El
asunto no radica en saber si se escogerá uno de dos desenlaces, primero si se
sostendrá al esquema de acumulación capitalista manteniendo al mismo régimen de
control político gubernamental del Estado, PRI o PAN, que no han superado el
problema de la pobreza del pueblo de México y que evidentemente no lo han hecho
sus gobiernos desde la trifulca revolucionaria centuria y segundo si podrá un
sempiterno líder de izquierda siempre derrotado que no ha gobernado al país, demostrar
la solución al pauperismo mexicano, en este caso, tres veces Cárdenas y tres
veces López Obrador. (Se generan cólicos estomacales).
Como
lo explico, saber quién ganará la elección y quién gobernará, no es lo
importante; saber si se sostiene el antagonismo de pobreza y acumulación de
capital o si se presenta una nueva alternativa, tampoco.
Saber,
conocer y vivir si habrá un suceso realmente trascendente es donde radica el
fondo del caso que nos ocupa; esto es, el hecho que el pueblo de México y los
trabajadores perpetuamente empobrecidos y fregados, rompan esas cadenas de
sometimiento de una vez por todas.
Por
ello, no es relevante si López Obrador el probable presidente de México pueda
mantener la estabilidad económica, pueda demostrar que es sustancialmente mejor
para gobernar y obtenga la gobernabilidad incluyendo la seguridad pública del
país controlando la violencia y la criminalidad. No es relevante si es un viejo
desubicado, mesiánico o inclinado a Chávez o a los rusos. Si a la hora de
gobernar solo sus chicharrones truenen, sean sus decisiones presidencialistas o
populistas y haga un gobierno de ocurrencias, como los detractores, los
golpeadores o saboteadores de su alternativa política lo han atacado hasta la
saciedad sin razón ni pruebas.
No
es lo preocupante que el dólar se volatilice, que los EU echen a millones de
migrantes, que se derrumbe más el PIB o que los inversionistas opten por sacar
sus capitales del país inconformándose todos los poderes fácticos incluyendo la
oligarquía financiera, a pesar del daño que pueda ocasionarse a un pueblo en la
miseria, que al final y al cabo seguiría en la miseria. De cualquier modo ese
escenario y sus consecuencias son poco probables.
Lo
relevante y el meollo del asunto, es saber si en este momento definitivo el
pueblo de México puede lograr activarse y luchar por sí mismo. Si el pueblo en
su generalidad puede tener la decisión de actuar en consecuencia para superar
sus atrasos y remontar la adversidad de la pobreza, la desigualdad y el
subdesarrollo empezando por derrotar al viejo esquema y emprendiendo un nuevo
futuro.
Los
defectos de un líder presidencial AMLO, que por derrotar al régimen justifique
convertirse en un pequeño dictador no es lo realmente importante, importante
sería encontrar sus acotamientos pero también los mecanismos que potencialicen
una presidencia fuerte y democrática apoyada por la mayoría del pueblo de
México o en su defecto convocar a cambiar al régimen político imperante y
caduco por uno nuevo con una mejor confeccionada Constitución Política, con
regenerados poderes judicial, legislativo y presidencial.
Que
el pueblo de México se ponga las pilas. Debemos creer que será un país para el
pueblo, debemos creer en el país que es todo lo que tenemos, que el infortunio
de la gente que se ha representado en las películas de una pobreza
interminable, se acabe; es la esperanza de todos que se reconstruya un régimen
democrático y socialista en el mediano plazo con mecanismos democráticos y
sociales de participación y organización.
Evidentemente
el modelo económico debe cambiar para que la diversificación y ampliación de
unidades productivas sustituyan a las megaempresas y transnacionales que
dominan el mercado y el aparato económico, controlado por los grandes
titiriteros poderosos dueños del capital financiero.
Empujar
la economía con el crecimiento de la economía en el campo, con el impulso de la
pequeña y mediana empresa, con el impulso de las profesiones y los pequeños
prestadores de servicios y diversificar los tratados de comercio internacional,
es la alternativa a un modelo concentrador y acaparador que ha generado más
pobreza y más pobres.
Fortalecer
la economía nacional y ampliar simultáneamente los acuerdos económicos con
Latinoamérica y Europa son la garantía de que la situación no se
desestabilizará, de que el peso moneda mexicana recuperará su valor y su fuerza
y de que pueden generarse nuevos paradigmas para alcanzar el crecimiento del
producto interno bruto no únicamente el modelo trasnacional y exportador para
unos cuantos.
Los
probables defectos de un presidente que aparenta ayudar a los jóvenes con becas
para estudiar o a los viejitos con una micropensión, no pueden sustituir a
radicar el crecimiento del país, priorizando la educación destinándole del 5 al
8 por ciento del PIB y el 1 por ciento a la ciencia, a recuperar el sistema de
pensiones devastado por la corrupción de las Afores, incluyendo un programa de
pensión universal no solo un sistema de dadivas a un sector reducido de
viejitos.
La
izquierda o grupos críticos de la izquierda, neo marxistas o neo zapatistas,
pueden ser más exigentes y críticos que la misma derecha, si López Obrador no
capta sus propios defectos que son una evidencia al tomar unipersonalmente
muchas de sus decisiones en aliarse con grupos o gente influyente en la
coyuntura política y en su movimiento político, con el afán de vencer al
adversario, descrito por el mismo, como la mafia del poder o como el PRIAN y
sus aliados.
De
la misma forma esa carga de combatir y no poder ganarle al enemigo político
generan en los millones de seguidores de López Obrador y de su partido Morena
posturas irreflexivas y hasta irracionales que son aprovechadas por sus golpeadores
para intentar medrar a su movimiento.
En
el fragor de la batalla no podemos pedir reflexión y sensibilidad, amplitud
democrática y mayor tolerancia en el lopezobradorismo, pero este alineamiento u
obediencia casi ciega al líder no debe convertirse en costumbre si se obtiene
el gane electoral en la elección federal.
El
escenario pese a todo es virtuoso, con sus carencias, errores y vicios. Pero es
preciso señalar estas desviaciones.
Ante
la debacle del régimen oprobioso de corrupción y desmedramiento que dejan los
últimos gobiernos desde Salinas de Gortari, una nueva luz de esperanza debe ser
el faro que logre la activización del pueblo de México, se encuentren los
mecanismos de su participación y organización social libre y prospera y logre
empujar una nueva Sociedad de justicia e igualdad y nunca se restablezcan la
arbitrariedad, la destrucción, el poder para abusar y el abusar del poder.
Un
gobierno de transición es lo que se espera de un nuevo presidente que no es del
PRI ni del PAN. Una transición que siente las bases de un nuevo régimen
político, creando y formando un nuevo vestido de ley mayor y de leyes menores aplicadas
con justicia para todos. Que la ley deje de no aplicarse y que solo sirve para
resguardar el poder de unos cuantos. Que la ley le sirva a los pobres, a los
trabajadores, a las minorías y a la mayoría popular.
Esta
transición no debe volverse hábito conformista para los beneficiarios de un
presunto gobierno de López Obrador que segregue a la mayoría popular, sería
lamentable; en cambio, debe ser un paso para lograr un Estado democrático y de
un socialismo democrático, con un sistema de consensos y acuerdos con prioridad
social.
Evidentemente
combatir y destruir al capitalismo o sustituirlo por el socialismo no es el
derrotero de seis años de López Obrador, nada más ajeno de la posibilidad, ni
siquiera de otros seis años de otro presidente subsecuente.
Sin
embargo, reconstruir el entramado constitucional para fortalecer la justicia y
la igualdad y las garantías de libertad si debe ser un objetivo de la segunda
parte de su gobierno que continúe un nuevo gobierno en 2024 con el mismo afán
de potencializar el deseado país de los trabajadores y de los mexicanos.
El
objetivo también debe ser potencializar la economía nacional con crecimientos
del PIB nunca alcanzados antes para lograr la emancipación y el progreso
popular.
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