El referente cultural del país, maestro informal de muchos mexicanos, el más entrañable de los caricaturistas y formador de conciencias, el historietista Eduardo del Río (Zamora, Michoacán, 1934), mejor conocido como Rius, murió a los 83 años en Tepoztlán, Morelos.
Eduardo del Río figuró entre los máximos exponentes de la caricatura mexicana e hizo del humor una forma de vida, se trazó un objetivo y lo cumplió: cultivar la caricatura. Por ello en cada uno de sus libros de historietas rompió con la solemnidad para abordar con humor temas de filosofía, capitalismo, marxismo, historia, religión y hasta nutrición vegetariana.
Durante más de cinco décadas orientó, divirtió y formó a miles de vegetarianos y ateos; también politizó a muchos mexicanos con sus historietas Los supermachos y Los agachados.
Elena Poniatowska lo consideró como uno de los grandes educadores de México del siglo XX, mientras Carlos Monsiváis dijo en su momento que en el país existen tres secretarías de educación: la SEP, Televisa y Rius.
A Eduardo del Río, quien se inició involuntariamente como católico –después fue seminarista, burócrata, embotellador, vendedor de jabón, office boy, encuadernador, cajero, profesor sin títulos y enterrador en Gayosso–, le gustaba ver la vida “con humor y optimismo. No siempre es posible pero se hace la lucha. Los mexicanos no le damos tanta importancia a las cosas serias de la vida; lo que más nos critican es que somos una bola de irresponsables que llegamos tarde a todas partes, pero creo que es una forma de vida que deberían envidiarnos los extranjeros.
Sus colegas El Fisgón, Hernández y Trino lo describieron como “genio incomprendido, obispo fracasado y eterno curioso”, quien descubrió que mediante el humor los lectores comprenden mejor temas religiosos, filosóficos y de sexualidad.
Entre los más de cien libros que Rius publicó figura el Manual del perfecto ateo, con el cual se ganó la excomunión.
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