El alcohómetro y los
alcoholizadores
Por Alejandro de la
Torre D.
Cd. Obregón, Son.- Instalar
retenes como lo hace el actual gobierno municipal de Faustino Félix
y Antonio Gutiérrez Lugo, para detectar conductores ebrios y en vez de
auxiliarlos perjudicarlos todavía más con las consecuencias de su enfermedad –el
alcoholismo–, es una majadería.
Sumado a esto, tanto el corralón ubicado en
Providencia como las grúas El Rayo son un negocio beneficiado por la arbitrariedad
y el cinismo de la autoridad.
La multa por conducir vehículos gracias al aparatito
llamado alcoholímetro asciende a 5 mil 100 pesos. En un solo retén pueden
recaudarse más de 150 mil pesos en una jornada de cinco horas, pero los vehículos
son decomisados y tiene un mayor costo de piso en el corralón y el jalado de la
grúa. Hasta pueden perderse los automóviles y las motocicletas, ya que al no
tener disponible el efectivo de la multa y el costo de la retención, este cobro
puede irse en 20 días hasta los 15 o 20 mil pesos.
Los vehículos llegan a
perderse en muchos casos, aquí hay una trampa y un acto de desfalco permitido
por los jefes policiacos y las empresas autorizadas por la secretaria del
ayuntamiento.
En
el municipio de Cajeme existen las dos cadenas de tiendas que venden hasta las
12 de la madrugada, la cerveza roja y amarilla, son 150 expendios de una marca y
120 expendios de la otra, los visten de abarrotistas de Sabritas y Marinela,
papel de baño y cigarros. Cada expendio ha sido autorizado con la anuencia del
ayuntamiento y el permiso de venta de bebidas embriagantes de la dirección de
alcoholes del estado de Sonora. En los últimos diez años menos de 100 tiendas
existentes pasaron a 270 tiendas en Cajeme. Al expender cerveza y alcohol en una gran cantidad de
esquinas transitadas, se promueve por la autorización del gobierno el consumo excesivo de
alcohol, y que los compradores lógicamente acudan por ellos no a pie, si no en automóviles.
Así las grandes cerveceras obtienen enormes ganancias con el contubernio del
mal gobierno sobornando tanto al jefe como a los empleados gubernamentales y tienen enviciada a gran parte de la sociedad y
son los responsables en primera instancia de los accidentes viales, de la proliferación del alcoholismo, que se vincula a la droga, su tráfico y en derivación la delincuencia y la violencia. Nada pescadito.
Estas empresas
(una llamada Femsa -Fondo Económico Mexicano, S.A.B. de C.V.- y otra Grupo
Modelo cuyos dueños son multimillonarios, Garza Lagüera y Antonino Fernández y
la multinacional Anheuser-Busch que se la compró en 20 mil millones de dólares),
controlan a alcaldes, empleados y diputados. Luego sin darse cuenta se les
ocurre instalar retenes y con un aparatito soplador y un médico corrupto
califican el grado de ebriedad, y se
cierra el círculo del gran negocio. Ni evitan los accidentes, ni ayudan
a la comunidad, ni desalientan la venta y consumo de alcohol sino todo lo
contrario. Perjudican económicamente a las familias sancionando a los detenidos
que en muchas ocasiones son jefes de familia, enfermos del vicio, con el único afán
de engrosar su bolsillo y la recaudación municipal en vez de orientarlos,
ayudarlos a que dejen de conducir haciendo llamadas telefónicas o enviarlos en
taxis a sus hogares.
El alcohólico no tiene control sobre los
límites de su consumo, que va en aumento a medida que se desarrolla tolerancia
a esta droga. El alcohólico se considera un enfermo crónico,
incurable, cuya enfermedad es progresiva y mortal por la Asociación de Médicos
de los EE. UU. (American Medical Association).
O sea consumir alcohol no solo es una baquetonada como lo quiere hacer ver el
cinismo de la policía y el gobierno, sino un vicio enfermo.
Aún así los aparatos alcohómetros no son del todo confiables
ya que pueden confundir altos niveles de alcohol con distintos tipos de
sustancias, como medicamentos. Para estimar la cantidad de alcohol que han ingerido las personas que
circulan en sus vehículos se produce la oxidación del alcohol etílico (presente
en el aire expirado) con una disolución anaranjada de K2Cr2O7;
en la reacción se produce ácido acético (CH3-COOH) y la disolución
disminuye la intensidad del color anaranjado. Esta disminución de la intensidad
del color es la única medida directa en los aparatos comunes de la
concentración de alcohol etílico en la sangre.
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