Menos mal que
existen los que no dejan de buscarse
a sí, ni siquiera en
la muerte
El Chichí Meléndrez
ejemplo de enjundia y capacidad de asombro
Por Alejandro de la Torre D.
Por Alejandro de la Torre D.
“No miden que
palabra echar, ni siquiera la última. No esperan echar sombra o raíces, pues
viven disparando contra cicatrices. Escuchan, se proyectan y lloran debajo de
sus huellas con tanto trabajo. Se mueren sin decir de qué muerte, sabiendo, que
en la gloria también se está muerto”.
S.R.D.
2
de octubre de 2001, 19 horas con 14 minutos, plaza pública en Cd. Obregón. La
tarde cae. Hace calor. Menos de 40 personas rodean a una bocina y un micrófono.
33 años de la masacre en la plaza de las tres culturas hecha por los guantes
blancos vestidos de militares, hordas de Díaz Ordaz. Una figura con el pelo
hirsuto, grandes ojos, tez morena clara, de 61 años de edad, vestido de forma
casual, toma el micrófono con serenidad. Su voz pausada despeja claramente una
descripción de los hechos trágicos, “En una plaza como esta donde miles de
jóvenes de 16 a 22 años, se congregaban para pedir justicia, libertad,
educación, de forma pacífica se manifestaban…”, de un salto su voz toma un
grosor terrible y estremecedor, “jóvenes coomooo tuuuu, como tuuuu, fueron
acribillados por bestias al mando de un asesinooo, de un asesinoooo, que
increíblemente era el presidente de la república, si el presidenteeee, la
sangre fue derramada por ríos, la pólvora de los fusiles se respiraba con
horror, mas de 500 cuerpos despedazados por la metralla de soldados que
diceeeeen que diceeeen defendernooos”.
Su
pieza oratoria penetrante, estalla en los oídos y entendimiento, el horror se
describe con estremecimiento y grito de dolor, su histrionismo deja mudo al
espectador, lo inhabilita, lo inmoviliza. El oyente no puede mover una pestaña,
deja de respirar por unos minutos y luego suelta el aire. Todos mueven después
de unos segundos la cabeza, voltean para desconectar la impresión, los gritos
del orador representan los hechos como vivos. Esa descripción la hacía el
Chichí Meléndrez.
Líder del 68
Testigo
real y líder del movimiento de estudiantes de Sinaloa que se trasladaban en
decenas de autobuses a las multitudinarias marchas de 1968, Rodolfo Rodríguez
Meléndrez conocido desde joven como el Chichí ya que así fue el apodo que su
madre Lenchita le endilgaba, nació en Ciudad Obregón hijo de ejidatario
formando parte de los círculos culturales de los años 60, con Eulogio Guerra, y
otros.
Tomando
la calle Corregidora una columna de 40 mil estudiantes un día de agosto,
llegaba a dos calles del Zócalo iniciando en San Cosme. Ahí se instaló la
estructura de bocinas para iniciar el mitin, pero el gobierno del priista
Alfonso Martínez Domínguez les cortó la energía eléctrica. La calle de no más
de 30 metros de ancha, y con altos edificios antiguos de la era colonial,
saturada por la masa enardecida exigía a grito pelón libertad para los presos
políticos, desaparición del cuerpo de granaderos y dialogo con el gobierno de
Gustavo Díaz Ordaz. El mitin no tenía interlocutor, no contaba con altavoces,
pero el eco de largo al fondo generaba que el sonido se encerrara. De pronto la
voz de uno de los estudiantes a la cabeza del contingente empezaba un discurso
a contrapelo. Los gritos y consignas de adelante para atrás empezaron a
acallarse, el orador sin disminuir la elevada capacidad de sus pulmones hizo el
silencio en la multitud para ser escuchado, y solo sin equipo de sonido, con su
fuerte aliento exigía la renuncia del asesino que portaba la faja presidencial.
Demandaba con furia interna el dialogo y el cese de la represión, la liberación
de Demetrio Vallejo, de José Revueltas, de Raúl Álvarez Garín y muchos más,
presos de conciencia en Lecumberri. Su perorata que contuvo la atención de
decenas de miles de manifestantes encerrados en el centro histórico de la
ciudad duró más de media hora sin disminuir la fuerza de su laringe. Al
terminar el acto se congregaron en un domicilio y en un grave error aceptó un
trago de tequila que al engullir le reventó las cuerdas bucales altamente
calientes, emitiendo sangre.
Ese
orador fue el Chichí Meléndrez.
Su nobleza
Con
Lorenza su madre viajaba cada año a la sierra Tarahumara cargados de alimentos
y ropaje para los más pobres de los indígenas rarámuri. Cada 1 de noviembre
empotraba un altar de muertos con las fotografías de los difuntos que vivieron
en el callejón Filipinas a unos 200 metros de la capilla de Guadalupe. Las
ofrendas se engalanaban de abundantes flores y de fruta y de pan, vestidas de
listones de color, imágenes y artesanías. Ahí emprendía un mensaje emocionante
que viajaba en la hermandad vecinal de muchos años atrás, llevando un trio
norteño, mariachi, departiendo cerveza, horchata, tamales y menudo. Así era el
Chichí Melendrez.
Congruencia y compromiso
Sus
enfrentamientos con los rectores de la Universidad Autónoma de Sinaloa
entreguistas al gobierno llegaban hasta el extremo de rayarles la madre por
corruptos y vendidos. Forjador de las casas de estudiantes en Sinaloa, de las
preparatorias populares, de los círculos artísticos que enseñaban la
declamación y la poesía. Experto en la expresión oral ganó el Premio Nacional
de Oratoria. Maestro de más de 40 años fue venerado, respetado y querido por
sus discípulos y su familia sinaloense.
En 2011 fue segregado de la votación sindical como jubilado y exclamó: "La universidad es ancla y estrella. ¿Dónde está el respeto a la catedral del saber, a la UAS, mi Universidad, la que me enfermó, a la que le debo el ser luchador, a la que le debo respetar la justicia, la libertad y la democracia? Le digo a Víctor Antonio, a Cuén Ojeda, en su momento fui cuenista y ahora los señalo, son unos traidores a lo que la Universidad es: esa catedral del saber".
En 2011 fue segregado de la votación sindical como jubilado y exclamó: "La universidad es ancla y estrella. ¿Dónde está el respeto a la catedral del saber, a la UAS, mi Universidad, la que me enfermó, a la que le debo el ser luchador, a la que le debo respetar la justicia, la libertad y la democracia? Le digo a Víctor Antonio, a Cuén Ojeda, en su momento fui cuenista y ahora los señalo, son unos traidores a lo que la Universidad es: esa catedral del saber".
Devocionario
de las luchas de activistas por los zapatistas, contra el fraude electoral de
2006 y 2012, últimamente estremecido por la inaudita desaparición de los
estudiantes de Ayotzinapa.
Rodolfo
Rodríguez Melendrez no ha muerto, solo pidió permiso para organizar la lucha en
el Ateneo. Partiremos contigo queremos morir para vivir como tú has muerto para vivir como tu vives, amigo.
Chichí Melendrez el reconocido culiacanense dandonos su opinion respecto a las…
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