Revisión de “El tiempo pasa”
El estigma del caso Colosio
Por Alejandro de la
Torre D.
No estuvo de más revisar este viejo trabajo periodístico de los investigadores de Zeta y su extinto fundador Jesús Blancornelas sobre el caso que todavía marca moralmente el devenir del actual sistema político mexicano. Editorial Océano,1997.
El enredo del libro, el enredo legal del caso Colosio, el enredo del sistema político-penal mexicano y el enredo de la historia de los últimos 27 años ameritan aceptar lo que Salvador Dalí dijo de México: “no soporto estar en un país más surrealista que mis pinturas”.El
caso Colosio fue costosísimo en su desenredo que al final no se desenredó, se
invirtieron decenas de millones de pesos en investigación, con el pago de
sueldos de decenas de detectives y peritajes, en un país con tanta pobreza y
necesidades. Más de 35 mil fojas, mil 37 declaraciones, 662 diligencias y
peritajes.
Dos
presunciones, complot o asesino solitario. Al final ni lo uno ni lo otro, sino
todo lo contrario. La presunción de que los mismos gobernantes o beneficiarios
del Estado sean los autores del asesinato es contrario a la lógica, ya que no
se iban a prestar a ser culpabilizados, por el otro lado, es más fácil y mejor
salida no encontrar culpables.
Y
así quedó o queda todo, en la nada.
Y
sigue contaminando esta tendencia a no encontrar culpables de homicidios o
magnicidios a toda la historia de estas últimas tres décadas. En el mismo
estado de Sonora, no sabemos hasta la fecha quién mató a Alfredo Jiménez Mota,
a Margarito Montes Parra, a Ernesto Cornejo Valenzuela, a Eduardo Castro Luque,
a Isaac Apodaca Lauterio, a Jorge Armenta Avalos, a Abel Murrieta Gutiérrez y
todavía más una larga lista.
Colosio
estigmatiza el contexto político, incluso por que su hijo Luis Donaldo Colosio
Riojas es alcalde de la tercer mayor urbe del país.
Esto
también influye en el estado gobernado por quién fue su secretario particular
el señor Alfonso Durazo Montaño, que parece extraño ya que en todo el texto del
libro no es mencionado ni una sola vez, solo en letritas de los anexos de forma
irrelevante.
También
porque uno de los beneficiarios del reacomodo del poder político priista después
de la muerte de Colosio, fue nada menos que Beltrones.
Entonces
en todo el libro y sus deducciones basadas según sus autores en exhaustas
investigaciones es que no hubo complot, que no tiene ningún soporte el hecho de
resolver que hubo autores intelectuales detrás, que armaron el escenario y el
tinglado para asesinar a Colosio con un arma de dos tiros uno de ellos mortal
en la sien.
Que
no tiene sustento, que no hay pruebas, que la lógica y las entrevistas al
asesino material lo comprueban, que no tiene ningún elemento que pruebe que
hubo un interés de ningún apoderado gobernante o narcotraficante, u otro
beneficiario de su muerte, que no puede concluirse que hubo más de un fulano
que apretó un gatillo de una vieja pistola.
Y
la carencia de este trabajo de investigación dirigido también por el ya
fallecido periodista Jesús Blancornelas, -que lo conocí en la Biblioteca
Pública Municipal de Cajeme en un curso de periodismo impartido por el
tijuananese Federico Campbell en 1988-. Es que no investigan a Joseph Marie Córdova
Montoya, como que esto está raro.
Los
periodistas de Zeta no tocan al francés Córdova, que no tiene nada que ver con
el canciller de ascendencia francesa Marcelo Ebrard desde luego, esto es que no
lo vuelven referencia de investigaciones, y al contrario, la entrevista que
lleva a cabo Blancornelas con el homicida en Almoloya publicada en el libro,
deja mucho que desear, como si el preso no tuviera un abogado que lo asesorara
para que no cometiera errores, y la lógica nos dice que así fue, el asesino
dice “Fue un accidente”.
Esta
entrevista con el solo hecho de revisar su lectura nos indica que no sirve en
nada, y al contrario nos mueve a la sospecha de que el fulano tiene una
personalidad sicológica enormemente manipulable hasta mesiánica, nos sacará de
dudas cuando en el año 2023 tenga el beneficio a la libertad condicionada como
lo dice el artículo 137 del Código Nacional de Ejecución Penal al cumplirse la
mitad de la pena que fue de 46 años de prisión.
Es
más, ya debió haber salido del bote.
Esto
es que la personalidad psicológica del culpabilizado nos indica a todas luces
que pudo haber sido inducido, y que todos los presuntos secuaces que ninguno
más fue retenido o involucrado pero que si estuvieron por meses en la cárcel,
no son ya referentes del supuesto complot.
El
libro nos abre una acumulación de datos y elementos de juicio pero que de nueva
cuenta no nos sirven para nada. Una acusación no va a ser aceptada por los que
acusan en contra de quienes piden la investigación y subsecuente acusación,
esto es Salinas de Gortari, Córdoba, y todos los salinistas y priistas con
enorme poder en esos años, que era casi hegemónico, remember el fraude
electoral de 1988.
Pese
a todo el libro da un poco de iluminación y de información valiosa, pero más de
relumbrón que del efecto que puede recaer en la toma de decisiones que incluso
ya estaban tomadas de antemano antes de publicarse, que ya eran inamovibles.
La
sospecha y la duda del caso Colosio es parte del folclor mexicano y del
comportamiento huachicolero en la impartición de justicia y de un sistema político
legal-penal corrupto y surrealista. En el cual hay muchos asesinos libres, y
hay mucha gente presa injustamente por delitos no cometidos o con procesos ya
desvirtuados.
La
tragedia de Colosio, es la tragedia del régimen político arcaico y simulador
que nos sigue gobernando, del cual no se vislumbra ninguna transformación, ni
de cuarta ni de quinta.
Es
la tragedia de un sistema político priista hegemónico que la sociedad ha
derrotado pero que persiste en reproducirse en el morenismo, ave maría
purísima.
Bueno,
eso es ya otro boleto.
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