martes, 27 de octubre de 2020

El Culiacanazo vive, el narco sigue. Un año y su poder indisminuíble.

Hace un año del Culiacanazo

Indesafiable el poder de Los Chapitos

A un año del “jueves negro”, Los Chapitos ya ganaron una nueva guerra: vencieron a la tropa comandada por El Ruso, quien presentó batalla en la zona norte de Culiacán provocando la desaparición de personas, homicidio de inocentes y el desplazamiento forzado de cientos de familias que ahora buscan rehacer su vida en la capital o en otros puntos del estado y del país. La violencia no acaba, pero tampoco los métodos propagandísticos del Cártel de Sinaloa para presentarse como benefactores de la gente más humilde. Ahora, los hijos del Chapo se mantienen con un liderazgo incuestionable, sin ni siquiera ser cuestionado por el propio gobierno. 

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Al cumplirse el primer año de la toma de Culiacán, Los Chapitos se han consolidado más que nunca como grupo criminal: lograron expulsar al clan de Los Rusos en la zona norte de la capital, sobre todo de la sindicatura de Tepuche y el área de Paredones, y ahora su liderazgo se hace fuerte, como quien sale victorioso de guerras y conflictos.

Desde que la pandemia de Covid-19 comenzó a bajar, también se empezó a difundir la imagen que ellos mismos se labran como benefactores de la gente más necesitada, y durante agosto y septiembre circularon en redes sociales videos donde jóvenes regalan comida en los hospitales públicos y entregan útiles escolares y despensas a las familias pobres de colonias periféricas, sobre todo de Las Coloradas y Bicentenario.


En un video se vio cómo en Las Coloradas, hombres en una camioneta regalan cientos de paquetes de útiles escolares con las iniciales JGL, de Joaquín Guzmán Loera. La gente se dice agradecida, mejor esta ayuda, que la del gobierno.

“La verdad qué bueno que ayudan a la gente”, dice una señora sentada afuera de su casita en la depauperada invasión Ampliación Bicentenario. En otro video, donde regalaron comida en un hospital, uno de los jóvenes que se afana en sacar platillos de una hielera, señala:

“De parte de los hijos del Chapo”. Y de nuevo, la gente aplaudía.

Otra revelación de su carácter benefactor fue cuando alguien filtró a los dueños de expendios que después de las once de la noche no podían vender cerveza, y todos acataron la orden por miedo. Sin embargo, días después se dijo que nunca se había dado tal orden.

“A quien ande difundiendo mitotes sí se les tableará”, sentenció la voz de un jefe de sicarios en los radios, cuando se señaló que no fue cierta la orden de cerrar temprano.

De acuerdo con una fuente de la Fiscalía General del Estado, ésa es la imagen que los hijos de Joaquín Guzmán quieren proyectar en lo social: la de benefactores del pueblo.

“Para ellos es muy importante que la gente los quiera”, comenta un trabajador  de la Policía de Investigación.

Aunque parece lejos, hace un año cientos de pistoleros armados hasta los dientes salieron a debatirse con las fuerzas del orden para apretar la cuña, al grado de que el presidente Andrés Manuel López Obrador, se hizo responsable de la liberación de Ovidio.

 

MÁS FUERTES QUE NUNCA

Iván Archivaldo, Jesús Alfredo, César, Joaquín y Ovidio; son los hijos de Joaquín Guzmán Loera que desde que fue aprehendido, dirigen la organización criminal. Lo han hecho a sangre y fuego, se han valido de todos los recursos a su alcance. “Plata o plomo”, parece decir su consigna.

Entre 2016 y 2017, Los Chapitos le declararon la guerra a Dámaso López Núñez y su hijo Dámaso López Serrano, El Mini LicEl Licenciado, vieja escuela al fin, buscó negociar, pero Iván Archivaldo rechazó cualquier oferta que no fuera entregarle a ellos, los herederos de Guzmán, todo el negocio que manejaba López Núñez. O todo o nada, o debía sufrir las consecuencias.

“Yo estoy aquí por los hijos de mi compadre”, declaró El Licenciado durante el juicio del Chapo en Nueva York, recriminando un pleito que pudo evitarse, según él, mediante el diálogo y la palabra.  De esa guerra que sacudió Culiacán y Navolato, Los Chapitos emergieron más fortalecidos y consolidados.

“La organización que dirige Iván se preocupa mucho por tener potentes armas, mucha gente, vehículos en los qué moverse, casas de seguridad; esa es su fortaleza: poder movilizar a cientos de personas en pocos minutos”, cuenta el policía investigador, que por temor pidió el anonimato.

Para este veterano investigador, el “jueves negro” apenas fue un laboratorio. La manera en que los hijos, a quienes conocían como Los Menores, llegaron a la edad adulta.

“Mucho del gasto del cártel se va a pagar la estructura de seguridad, nunca antes me había tocado que un capo quisiera tener esa maquinaria”, sentencia.

De ahí que hace un año, tuvieron la suficiente logística para tomar el control de la ciudad, con bloqueos, amagos, amenazas, balaceras, quema de vehículos, secuestro de militares, como si fuera el ensayo de un plan maestro criminal encaminado a blindar Culiacán ante cualquier operativo federal de detención de uno de los suyos.

 

OTRA GUERRA GANADA

Después del “jueves negro”, el jefe de pistoleros de Iván Archivaldo, a quien conocen como El Niní, entró en guerra con uno de los jefes de sicarios de Ismael El Mayo Zambada: El Ruso.

El conflicto comenzó a escalar poco después de que El Ruso, según policías municipales, ordenó privar de la libertad y golpear a un grupo de once agentes de la Policía Municipal, quienes fueron llevados a la sindicatura de Tepuche. Vejados y torturados, algunos de ellos terminaron en una clínica particular.

El secretario de Seguridad Pública y Tránsito Municipal de Culiacán, Óscar Guinto Marmolejo, dejó el caso en un mero “accidente que ocurrió al volcarse una patrulla”, aunque la Fiscalía confirmó que los elementos acusaban lesiones dolosas en sus cuerpos.

Entre enero y febrero de 2020, comenzaron a darse escaramuzas entre las células de El Ruso y El Niní, sobre todo para la zona norte de Culiacán, que abarca la colonia Loma de Rodriguera, sindicatura de Tepuche, ejido Paredones, Mojolo, Aguacaliente de Los Monzón, entre otros pueblos.

El 6 de marzo, decenas de mujeres, adultos mayores y adolescentes salieron a protestar contra la violencia que se avecinaba en Tepuche, al revivir las presuntas Fuerzas Comunitarias Rurales en Aguacaliente de Los Monzón. Los habitantes construyeron barricadas y bloquearon los accesos.

Además exigieron una base militar en el pueblo, pero la Secretaría de la Defensa Nacional y la de Seguridad Pública de Sinaloa, solamente llevaron a cabo operativos móviles de la Base de Operaciones Mixtas Urbanas.

Ya con la pandemia de Covid-19 encima, en los meses de abril, mayo y junio, la guerra entre Los Chapitos y El Ruso se recrudeció: por lo menos nueve enfrentamientos entre las Bomus y grupos de sicarios se registraron en caminos rurales y rancherías de Tepuche.

El choque entre las células comenzó a provocar desplazamiento forzado interno, de familias enteras que dejaron sus comunidades para ponerse a salvo.  Según fuentes de la Fiscalía, El Mayo Zambada optó por dejar sin apoyo a El Ruso y su gente, por lo que Los Chapitos tuvieron carta abierta para incursionar en el territorio y cazar a los jefes de Los Comunistas, como se hicieron llamar.

Pero fue el 24 de junio cuando la cacería sangrienta del Niní contra El Ruso segó la vida de 16 personas en la comunidad de Bagrecitos: siete de ellos fueron identificados como sicarios, pero nueve víctimas formaban parte de la comunidad, la mayoría campesinos y rancheros que sobrevivían a la escasez de la zona rural.

Tras los hechos, la guerra empezó a amainar, quedaron escaramuzas, desapariciones de personas, una estela de terror en la que finalmente Los Chapitos se alzaron con el liderazgo de nueva cuenta. Se dice que El Ruso quedó desterrado de Culiacán junto con su gente cercana.

Quedan secuelas, rastros, laceraciones. Un año después, la violencia sigue cobrando víctimas y el narco permanece intocable por el gobierno federal.

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