Hace un año del Culiacanazo
Indesafiable
el poder de Los Chapitos
A un año del “jueves negro”, Los Chapitos ya
ganaron una nueva guerra: vencieron a la tropa comandada por El Ruso,
quien presentó batalla en la zona norte de Culiacán provocando la desaparición
de personas, homicidio de inocentes y el desplazamiento forzado de cientos de
familias que ahora buscan rehacer su vida en la capital o en otros puntos del
estado y del país. La violencia no acaba, pero tampoco los métodos
propagandísticos del Cártel de Sinaloa para presentarse como
benefactores de la gente más humilde. Ahora, los hijos del Chapo se
mantienen con un liderazgo incuestionable, sin ni siquiera ser cuestionado por
el propio gobierno.
DeprimeraNoticias
Al cumplirse el primer año de la toma de Culiacán, Los Chapitos se han
consolidado más que nunca como grupo criminal: lograron expulsar al clan
de Los Rusos en la zona norte de la capital, sobre todo de la
sindicatura de Tepuche y el área de Paredones, y ahora su liderazgo se hace
fuerte, como quien sale victorioso de guerras y conflictos.
Desde que la pandemia de Covid-19 comenzó a bajar,
también se empezó a difundir la imagen que ellos mismos se labran como
benefactores de la gente más necesitada, y durante agosto y septiembre
circularon en redes sociales videos donde jóvenes regalan comida en los
hospitales públicos y entregan útiles escolares y despensas a las familias
pobres de colonias periféricas, sobre todo de Las Coloradas y Bicentenario.
En un video se vio cómo en Las Coloradas, hombres
en una camioneta regalan cientos de paquetes de útiles escolares con las
iniciales JGL, de Joaquín Guzmán Loera. La gente se dice
agradecida, mejor esta ayuda, que la del gobierno.
“La verdad qué bueno que ayudan a la gente”, dice
una señora sentada afuera de su casita en la depauperada invasión Ampliación
Bicentenario. En otro video, donde regalaron comida en un hospital, uno de los
jóvenes que se afana en sacar platillos de una hielera, señala:
“De parte de los hijos del Chapo”. Y de
nuevo, la gente aplaudía.
Otra revelación de su carácter benefactor fue
cuando alguien filtró a los dueños de expendios que después de las once de la
noche no podían vender cerveza, y todos acataron la orden por miedo. Sin
embargo, días después se dijo que nunca se había dado tal orden.
“A quien ande difundiendo mitotes sí se les
tableará”, sentenció la voz de un jefe de sicarios en los radios, cuando se
señaló que no fue cierta la orden de cerrar temprano.
De acuerdo con una fuente de la Fiscalía General
del Estado, ésa es la imagen que los hijos de Joaquín Guzmán quieren proyectar
en lo social: la de benefactores del pueblo.
“Para ellos es muy importante que la gente los
quiera”, comenta un trabajador de la Policía de Investigación.
Aunque parece lejos, hace un año cientos de
pistoleros armados hasta los dientes salieron a debatirse con las fuerzas del
orden para apretar la cuña, al grado de que el presidente Andrés Manuel López
Obrador, se hizo responsable de la liberación de Ovidio.
MÁS FUERTES QUE NUNCA
Iván Archivaldo, Jesús Alfredo, César, Joaquín y
Ovidio; son los hijos de Joaquín Guzmán Loera que desde que fue aprehendido,
dirigen la organización criminal. Lo han hecho a sangre y fuego, se han valido
de todos los recursos a su alcance. “Plata o plomo”, parece decir su consigna.
Entre 2016 y 2017, Los Chapitos le
declararon la guerra a Dámaso López Núñez y su hijo Dámaso López Serrano, El
Mini Lic. El Licenciado, vieja escuela al fin, buscó negociar,
pero Iván Archivaldo rechazó cualquier oferta que no fuera entregarle a ellos,
los herederos de Guzmán, todo el negocio que manejaba López Núñez. O todo o
nada, o debía sufrir las consecuencias.
“Yo estoy aquí por los hijos de mi compadre”,
declaró El Licenciado durante el juicio del Chapo en
Nueva York, recriminando un pleito que pudo evitarse, según él, mediante el
diálogo y la palabra. De esa guerra que sacudió Culiacán y
Navolato, Los Chapitos emergieron más fortalecidos y
consolidados.
“La organización que dirige Iván se preocupa mucho
por tener potentes armas, mucha gente, vehículos en los qué moverse, casas de
seguridad; esa es su fortaleza: poder movilizar a cientos de personas en pocos
minutos”, cuenta el policía investigador, que por temor pidió el anonimato.
Para este veterano investigador, el “jueves negro”
apenas fue un laboratorio. La manera en que los hijos, a quienes conocían
como Los Menores, llegaron a la edad adulta.
“Mucho del gasto del cártel se va a pagar la
estructura de seguridad, nunca antes me había tocado que un capo quisiera tener
esa maquinaria”, sentencia.
De ahí que hace un año, tuvieron la suficiente
logística para tomar el control de la ciudad, con bloqueos, amagos, amenazas,
balaceras, quema de vehículos, secuestro de militares, como si fuera el ensayo
de un plan maestro criminal encaminado a blindar Culiacán ante cualquier
operativo federal de detención de uno de los suyos.
OTRA GUERRA GANADA
Después del “jueves negro”, el jefe de pistoleros
de Iván Archivaldo, a quien conocen como El Niní, entró en guerra
con uno de los jefes de sicarios de Ismael El Mayo Zambada: El
Ruso.
El conflicto comenzó a escalar poco después de
que El Ruso, según policías municipales, ordenó privar de la
libertad y golpear a un grupo de once agentes de la Policía Municipal, quienes
fueron llevados a la sindicatura de Tepuche. Vejados y torturados, algunos de
ellos terminaron en una clínica particular.
El secretario de Seguridad Pública y Tránsito
Municipal de Culiacán, Óscar Guinto Marmolejo, dejó el caso en un mero
“accidente que ocurrió al volcarse una patrulla”, aunque la Fiscalía confirmó
que los elementos acusaban lesiones dolosas en sus cuerpos.
Entre enero y febrero de 2020, comenzaron a darse
escaramuzas entre las células de El Ruso y El Niní,
sobre todo para la zona norte de Culiacán, que abarca la colonia Loma de
Rodriguera, sindicatura de Tepuche, ejido Paredones, Mojolo, Aguacaliente de Los
Monzón, entre otros pueblos.
El 6 de marzo, decenas de mujeres, adultos mayores
y adolescentes salieron a protestar contra la violencia que se avecinaba en
Tepuche, al revivir las presuntas Fuerzas Comunitarias Rurales en Aguacaliente
de Los Monzón. Los habitantes construyeron barricadas y bloquearon los accesos.
Además exigieron una base militar en el pueblo,
pero la Secretaría de la Defensa Nacional y la de Seguridad Pública de Sinaloa,
solamente llevaron a cabo operativos móviles de la Base de Operaciones Mixtas
Urbanas.
Ya con la pandemia de Covid-19 encima, en los meses
de abril, mayo y junio, la guerra entre Los Chapitos y El
Ruso se recrudeció: por lo menos nueve enfrentamientos entre las Bomus
y grupos de sicarios se registraron en caminos rurales y rancherías de Tepuche.
El choque entre las células comenzó a provocar
desplazamiento forzado interno, de familias enteras que dejaron sus comunidades
para ponerse a salvo. Según fuentes de la Fiscalía, El Mayo Zambada
optó por dejar sin apoyo a El Ruso y su gente, por lo
que Los Chapitos tuvieron carta abierta para incursionar en el
territorio y cazar a los jefes de Los Comunistas, como se hicieron
llamar.
Pero fue el 24 de junio cuando la cacería
sangrienta del Niní contra El Ruso segó la
vida de 16 personas en la comunidad de Bagrecitos: siete de ellos fueron
identificados como sicarios, pero nueve víctimas formaban parte de la
comunidad, la mayoría campesinos y rancheros que sobrevivían a la escasez de la
zona rural.
Tras los hechos, la guerra empezó a amainar,
quedaron escaramuzas, desapariciones de personas, una estela de terror en la
que finalmente Los Chapitos se alzaron con el liderazgo de
nueva cuenta. Se dice que El Ruso quedó desterrado de Culiacán
junto con su gente cercana.
Quedan secuelas, rastros, laceraciones. Un año después, la violencia sigue cobrando víctimas y el narco permanece intocable por el gobierno federal.
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