Nunca
debió haberse cerrado
la
investigación
Quien fuera secretario particular de Luis Donaldo Colosio, no pierde la esperanza de que se conozca la verdad del homicidio
Quien fuera secretario particular de Luis Donaldo Colosio, no pierde la esperanza de que se conozca la verdad del homicidio
Por Gabriel Mercado
CULIACÁN._ El ex secretario particular de
Luis Donaldo Colosio, hoy Diputado federal, antes priista, hoy miembro de
Movimiento Ciudadano, Francisco Alfonso Durazo Montaño, no pierde la esperanza,
aguarda que un día alguien, pieza clave en el entramado del asesinato del
candidato presidencial, se rompa y diga la verdad a los mexicanos.
En entrevista con Noroeste vía telefónica es claro y contundente: fue un crimen orquestado desde el poder, y eso incluye Los Pinos, amigos de Los Pinos y sus alrededores.
En entrevista con Noroeste vía telefónica es claro y contundente: fue un crimen orquestado desde el poder, y eso incluye Los Pinos, amigos de Los Pinos y sus alrededores.
Sabe que las señales estaban ahí, las
presiones, los ataques mediáticos, hasta el fatídico día, ese 6 de marzo de
1994, en Lomas Taurinas.
--¿Cómo fue la campaña con Colosio?
Como toda campaña fue intensa, pero se
sumaron factores adicionales, como el levantamiento de los zapatistas, las
características con las cuales fue nombrado el Comisionado de la Paz, Manuel
Camacho, y lo que al interior del equipo de campaña de Luis Donaldo le llamamos
la contrampaña, donde algunos de ellos la ubicábamos en Los Pinos, estos tres
factores le dieron una complejidad única a los trabajos y los tiempos de
campaña.
No obstante todos estos factores adversos,
los números de la opinión pública estuvieron a favor de Luis Donaldo, para la
fecha de su asesinato la intención de voto a su favor andaba alrededor del 55
por ciento, Cuauhtémoc Cárdenas andaba en 23 por ciento y Diego Fernández de
Cevallos en 17 por ciento, así que aquellos señalamientos de que la campaña no
despegaba no estaban vinculados al sentir de la opinión ciudadana. Ese
señalamiento se reducía a la opinión de aquellos que sustentaban su juicio en
la lectura de algunos periódicos en los que la campaña de Luis Donaldo no
aparecía, eran periódicos fuertemente vinculados al poder, por eso ubicábamos
que esa confusión, manipulación y marginación en algunos medios era producto de
la manipulación impulsada desde los propios Pinos.
--¿Sí era una realidad el distanciamiento
entre Colosio y Salinas, y que era casi casi su enemigo?
No lo calificaría en esos términos de
enemigo, pero es un hecho irrefutable que la relación entre ambos, que el día
del destape era extraordinaria, fue perdiendo esa intensidad y esa cercanía y
fue llevando a Luis Donaldo a asumir su candidatura como una rebeldía
silenciosa, que reflejó su dimensión e intensidad en aquel discurso que
pronunció el 6 de marzo.
De entrada tiene una posición contrastante
con la visión política del Presidente Salinas, y donde el propio presidente no
recibe ninguna de las menciones protocolarias tan obligadas en la vieja
tradición priista. --¿A qué atribuyen ese distanciamiento?
En primer lugar a las modalidades de la
nominación del Comisionado para la Paz, voluntario, sin sueldo, lo que dio pie
a la versión, impulsada para nosotros desde Los Pinos, del candidato alterno,
al candidato sustituto.
--¿Desde ese momento temían se estuviera
fraguando desde Los Pinos o incluso desde el partido alguna forma de sustituir
a Colosio?
No era una forma de sustituir a Colosio,
era una forma de imponerle condiciones más complejas a su campaña con el ánimo
de condicionarlo en su despegue, eso es lo que nosotros creemos, y finalmente
se desbordaron los acontecimientos, de tal manera que terminaron en un asesinato.
--¿Cuando usted se entera del asesinato,
cuál fue su primer pensamiento dadas todas las circunstancias?
...Invariablemente pensamos al interior del equipo, yo en lo personal, fue un crimen fraguado desde el poder, en virtud de que se había dado en el marco de una cruenta lucha por el poder, y nada menos que una lucha por el poder Presidencial, siempre lo he ubicado como un crimen fraguado desde el poder o de sus alrededores.
...Invariablemente pensamos al interior del equipo, yo en lo personal, fue un crimen fraguado desde el poder, en virtud de que se había dado en el marco de una cruenta lucha por el poder, y nada menos que una lucha por el poder Presidencial, siempre lo he ubicado como un crimen fraguado desde el poder o de sus alrededores.
--¿Desde Los Pinos?
Yo lo ubico desde el poder, y los
alrededores incluyen a Los Pinos, incluyen a los alrededores de Los Pinos,
incluyen a amigos de Los Pinos, a colaboradores en Los Pinos.
--¿A 20 años de su muerte y que solamente
se tuvo a un persona detenida y no se llegó a una mente detrás de este crimen,
cómo pone esto al Estado Mexicano?
Pone en evidencia la forma como se aplica la justicia en el país, y no sólo ese caso, hay muchísimos casos más.
Pone en evidencia la forma como se aplica la justicia en el país, y no sólo ese caso, hay muchísimos casos más.
El otro poblema es una confusión entre
Estado y gobierno, aquí se lavan las manos como si la aplicación de la justicia
fuera responsabilidad del gobierno en turno durante el cual se cometieron los
crímenes, y no, es responsabilidad del Estado Mexicano, lo que compromete al
gobierno de la República, sin importar el momento.
En el caso de Luis Donaldo, con independencia de que se haya cometido hace 20 años, este gobierno tiene una responsabilidad en el avance de la investigación, es cierto que se cerró oficialmente, pero también es cierto que con elementos fundados, observaciones y conclusiones, no dejó satisfechos a la mayoría de los mexicanos.
En el caso de Luis Donaldo, con independencia de que se haya cometido hace 20 años, este gobierno tiene una responsabilidad en el avance de la investigación, es cierto que se cerró oficialmente, pero también es cierto que con elementos fundados, observaciones y conclusiones, no dejó satisfechos a la mayoría de los mexicanos.
--¿Se debería de reabrir?
Yo creo que nunca se debió haber cerrado,
la investigación criminal debió permanecer abierta e incorporar nuevos
elementos, en caso que estos se presentarán, es una posición comodina declarar
cerrada la investigación, es decir, 'ya no tenemos responsabilidad de hacer absolutamente
nada al respecto'.
En el caso de "garganta profunda"
pasaron 30 para que este personaje revela la información que tenía, yo no
pierdo la esperanza de que algún personaje clave en el crimen de Luis Donaldo,
algún día por sus propias razones, sean cuales sean, termine por compartirnos a
los mexicanos la verdad.
Para cometer un crimen en los términos en
que se dio el de Luis Donaldo se necesitan muchos cómplices, y estoy seguro que
entre ellos habrá alguno que se sienta insatisfecho, que se sienta con cargos
de conciencia, que se sienta con el deseo de reasumir una actitud ética o
finalmente, como "garganta profunda", sienta la necesidad de
compartir con los mexicanos la información que él conoció respecto al crimen y
esa información nos lleve definitivamente a conocer la verdad.
"Fue un crimen fraguado desde el
poder, en virtud de que se había dado en el marco de una cruenta lucha por el
poder, y nada menos que una lucha por el poder Presidencial".
La leyenda de Colosio y el
neoliberalismo en México
El aniversario
de la muerte de Luis Donaldo Colosio, el pasado 23 de marzo, estuvo acompañado
de una campaña propagandística encaminada a recordar lo que para muchos fue una
oportunidad perdida para democratizar a México. Su asesinato, se dijo una y
otra vez en los medios, acabó con la posibilidad de enterrar el autoritarismo
del sistema político y democratizar al PRI. De acuerdo con los hechos, no hay
nada más alejado de la realidad: Colosio fue en realidad la garantía de la
continuación del proyecto neoliberal impulsado por su mentor, Carlos Salinas.
Su herencia está a la vista de todos.
Los hechos que rodearon el asesinato deben ser comprendidos como
parte del reacomodo al interior de la clase política, como consecuencia del
modelo neoliberal implantando tímidamente en el sexenio de Miguel de la Madrid
y continuado con brío por el de Salinas. Se ha popularizado la idea de que fue
éste último el que, por diferencias políticas, orquestó el magnicidio. ¿Quién
en su sano juicio puede creer que Colosio iba a acabar con el neoliberalismo en
México? Que un discurso del candidato haya sido el motivo de su muerte olvida
el hecho de que en realidad se estaba manteniendo la costumbre de los
destapados de alejarse políticamente de su jefe para alimentar falsas esperanza
-por medio de las palabras y no de los hechos. Ahora resulta que la creatura
mimada de Salinas, que se había distinguido por ser su más fiel seguidor,
experimentó una epifanía que le hizo ver las consecuencias de un sistema
económico y político injusto, profundamente autoritario y en consecuencia la
necesidad de cambiar el rumbo. ¿Por qué no aceptar la idea de que las reformas
económicas neoliberales impulsadas por Salinas provocaron enormes conflictos al
interior del PRI, manifestados por el conflicto entre renos y dinos, tan
atendido por los estudiosos de la política en aquéllos años?
La promoción de las ideas neoliberales y su materialización en
políticas públicas y estilos de gobierno en la década de los ochenta provocaron
una fractura al interior del PRI (y aquí no me refiero a la corriente
democrática sino a los dinosaurios) que marcó la coyuntura del asesinato.
Aceptar lo anterior serviría para especular sobre la posibilidad de que el
grupo de los dinosaurios priístas estuvo detrás del acontecimiento en Lomas
Taurinas. Y no porque estuvieran en desacuerdo con el modelo neoliberal sino
por su papel secundario en el proceso, por su marginación del reparto del
presupuesto público. Una prueba de ello es que en nuestros días, los otrora
poderosos líderes sindicales y campesinos, han perdido enormes cuotas de poder.
Sin duda que la continuación en el poder del grupo de los renos, ahora con
Colosio a la cabeza, representaba entonces una sentencia de muerte para los
dirigentes de la CTM y de la CNC.
La campaña propagandística del PRI para difundir la idea de que el
asesinato de Colosio representó una oportunidad perdida se atrevió incluso, en
palabras de Manuel Camacho Solís, a identificar a Colosio como artífice de la
transición democrática. Fue gracias a él, según Camacho, que inició el proceso
que desembocó en la reforma política de 1997 y la creación del hoy desaparecido
IFE. Ahora resulta que Colosio no sólo no representaba la continuidad del
salinismo autoritario y neoliberal sino que fue además el motor del cambio
político.
Aceptando sin conceder semejante argumento, obliga a observar a
nuestro alrededor para comprender los verdaderos objetivos de la supuesta
transición: reconfiguración del autoritarismo y profundización del
neoliberalismo en México. A final de cuentas, la renovación que supuestamente
impulsó Colosio ha tenido como resultado las condiciones de violencia,
centralización política y aumento sustancial de la corrupción y el tráfico de
influencias y la pobreza que hoy se viven en el país.
En este sentido, no queda más que aceptar que la revivificación de
la figura de Colosio no fue más que una operación mediática para difundir la
idea que es posible cambiar al sistema desde adentro. De que la propia clase
política tiene la llave del cambio y que sólo hay que esperar por el hombre
providencial, el mesías, que de un manotazo cambie radicalmente las condiciones
de vida de la mayoría de la población. Y más aun, que éste iluminado emergerá
de las cenizas del viejo PRI para modernizarlo y ponerlo a la altura de las
circunstancias. Como se puede observar, la burda operación mediática es una
muestra clara de la decadencia de un sistema político que, como los ancianos a
las puertas de la muerte, delira y se ilusiona con la juventud perdida.
Desaparecida la esperanza real de un renacimiento del sistema político, al
partidazo y sus inquilinos no les queda más que tratar de ocultar lo
inocultable: el fin de un época y la necesidad de construir una nueva sociedad
desde abajo, lejos del protagonismo de la política institucional, de los
partidos y de sus dueños para acabar con el neoliberalismo y sus consecuencias.
Altar, Sonora se encuentra enclavado en el
extenso desierto que abarca hasta el estado de Arizona, en Estados Unidos. Por
este pequeño lugar de apenas veinte mil habitantes, cada día cruzan de cuatro a
cinco mil migrantes de Guerrero, Michoacán, Puebla, en general, de todo el
país.
En una caminata de seis días por el desierto,
se llega al lado americano, previa cuota pagada a los polleros que ronda los
cinco mil dólares. Además, este lugar es punto de cruce obligado para los
cargamentos de droga que el cartel de Sinaloa introduce al mercado de Arizona.
Una frase resume irónicamente la situación
del pueblo, “En Altar pasa todo y no pasa nada”.
La frase, amén de un cliché, se convierte
casi en una pequeña historia resumida de los más de veinte pueblos
desperdigados por este desierto colindante con la frontera. Dentro de este
infierno de violencia, tráfico de personas y de drogas, el padre Prisciliano
Peraza oficia con convicción, aguardando al peligro de este territorio agreste
debajo de una sotana que porta orgulloso.
Padre Prisci, como lo llaman los habitantes
del pueblo de Altar, donde reside permanente, realiza una de las labores más
titánicas de promoción y cuidado de derechos humanos para los que él llama
“hermanos migrantes”. Actualmente y desde 1997 opera el Centro Comunitario de
Atención al Migrante y Necesitado (CCAMYN). Ahí, atiende a 600 migrantes que
llegan al pueblo en busca del “sueño americano”. En el centro pueden ducharse,
asearse, lavar su ropa y comer. Además, existen dos cuartos habilitados para
aquellos que decidan quedarse a dormir, o que regresan de alguna experiencia
desagradable en el cruce o con heridas.
Este es un pequeño recorrido, por el mundo
dantesco que el Padre Prisci recorre día a día con sus gafas Oakley y su Ford
Lobo en el desierto de Altar.
La fe que supera el miedo
Sentados a la mesa, le hago la pregunta que
había estado maquinando todo el recorrido. ¿No tiene miedo de ser Prisciliano
Peraza y de vivir en Altar? Un largo silencio mientras sorbe su crema de
espárragos. “Es parte de mi vocación, de mi deber, no podemos callarnos ante
estos pecados que claman el cielo”, termina su frase y se recuesta sobre su
asiento.
En otro momento, mientras cruzábamos algunas
de las tantas casas de seguridad que se ubican en el pueblo, le formulo la otra
pregunta que me inquietaba, ¿Lo han amenazado? Prisci sonrió apenas mostrando
sus dientes, en señal de condescendencia y no pude dejar de pensar en el
momento que había sido una pregunta tonta. “Todos los días”, me contestó y
cambió la conversación.
Mientras pasábamos dejando una tolvanera a
nuestro paso, me señalaba los vericuetos de la mafia. Pero, antes saludábamos a
amas de casa, polleros, puntos y sicarios. Todos respondían con una sonrisa
amable con el marcado acento norteño. ¿Cómo va el negocio? Se aprestaba a
preguntar y atinadamente lo acompaña con la respuesta, ¿Calmadón?
El padre toma con sorna el dato escalofriante
de un pueblo que vive de la criminalidad. No puedo dejar mencionarlo.
¿Existe alguien que no trabaje de pollero o
con el cartel del lugar?
“Pues, estoy yo que soy el sacerdote”.
Una de las tantas veces que recorría el
pueblo, llegó a la casa de, vamos a llamarlo por formalismo Manuel. Saludó a la
esposa, quien presurosa colaba café para el esposo que muy temprano se había
levantado a trabajar. Como pocas familias, el esposo no dejó la casa para estar
ocho horas en alguna fábrica o vendiendo baratijas por las calles. No.
Prisciliano entró, saludó a la mujer y lo
instó a pasar a saludar al patio, donde ya “jalaba” desde tempranito el esposo.
Antes de abrir la puerta que da al corredor trasero logró escuchar un grito
ensordecedor. “Aaaay”, escuchó y sólo pudo pensar “Ah cabrón”. Abrió la puerta
y vio a Manuel con un Kalashnikov golpeando a un bajador que robó algunos paquetes de mota.
Al ver al padre los presentes se alegraron y
con naturalidad, saludaron y lo obligaron con la amabilidad que caracteriza a
los norteños pueblerinos a quedarse a desayunar. La visita del padre ameritaba
detener la tortura del ladrón que seguramente hoy yace descuartizado en alguna
de las fosas que existen en el desierto.
Sin embargo, el infierno de este pueblo lo
asume estoicamente como un reto. “Los procesos de cambio son lentos, pero
debemos mostrarle a la gente que se puede vivir de otra forma”.
El Quince
En el camino nos encontramos con un longevo
corridista de Altar. Dice que no le teme a nadie, ni a los soldados, pues
aunque quiera no los puede ver. Se está quedando ciego. “Si me encuentro a un
cabrón, ni cuenta me doy”. Con su bajo sexto recorre el boulevard principal en
busca de algún despistado que le pida alguna canción, aunque no siempre logra
recordar las notas, ni la letra de la canción. “Aquí no hay agricultura,
vivimos de los pollitos”, canta mirando a la nada, es uno de los corridos
locales que ensalza las travesías del desierto que traen los “cueros de rana”.
“Aviéntate el del Boulevard”, le pide
Prisciliano, y este rememora. Al final cambia la letra, por un verso que no
rima. “Ahora el del Quince”, hace como que no recuerda y le dice que no. El
padre y yo le damos algunas monedas y camina de vuelta al boulevard.
Marcos Limón, alias el Quince, era un
despiadado jefe de plaza que controla el tráfico de drogas y migrantes. Gran
parte de este páramo infernal pasaba por sus dominios, en donde no dudaba en
reafirmar su poder con ejecuciones y desapariciones que el gobierno después
hacía pasar por cadáveres de caballos o coyotes.
Hace algunas semanas, mientras corría a toda
velocidad por la calle principal, con el ruido de su Camaro a todo volumen se
estrelló con una de las vallas del único puente del pueblo. Su muerte fue como
una metáfora de este infierno, murió calcinado.
“Si no fuera sacerdote, ya estuviera en una
fosa”
Prisciliano bien podría pasar por pollero,
traficante o ganadero. Alto, fornido, con el particular tono rosado de los
hombres de pueblo que descienden muy antiguamente de los colonizadores
españoles. Además, maneja una Ford Lobo doble cabina y porta unas gafas Oakley.
Su acento y sus expresiones están fuera de toda semántica religiosa.
Él dice que no es un hombre valiente, muchos
creen que si. Es capaz de sacar a secuestrados de casas de seguridad que su
destino seguro sería una fosa en el desierto. Es capaz de hacerse de palabras
con los sicarios más despiadados del pueblo. Uno de ellos, que no nos dijo su
nombre lo encontramos en su carro, custodiaba una de las esquinas.
Inmediatamente vio la Ford Lobo, se bajó y saludó con reverencia al padre y
hablaron sobre autos. Reían como dos amigos de muchos años. Hace algunos,
cuando el padre intentó rescatar a un migrante secuestrado por este hombre, uno
de los pistoleros a su servicio cortó el cartucho de su arma y le apunto al
pecho. “Déjalo, -dijo el sicario a su ayudante-, este pedo es terrenal, no hay
que meternos con enviados de Dios porque nos sala el negocio”.
Lo dejaron ir, pero la advertencia era clara:
Los límites de la divinidad algún día podrían sobrepasarse. Ahora la anécdota
resulta curiosa y lo cuenta a todo reportero que le visita. Ahora el sicario
despiadado y el padre se volvieron buenos amigos y se bromean. Alguna de las
bromas que le dijo, es que “si no fueras sacerdote, ya estuviera en una fosa”.
El negocio
Antes de 2009 por Altar cruzaban de 10 mil a
15 mil migrantes, según los cálculos del padre. Cada uno de ellos, tenía que
pagar una cuota valuada alrededor de los 5 mil dólares. Eso incluía su pasaje
hasta Altar, algunas comidas y el viaje por el desierto hasta la ciudad que
prefiriera en Estados Unidos.
Desde 1995 que comenzaron los migrantes a
cruzar por estos lares, se han instalado miles de negocios dedicados a ellos.
Pequeños tianguis que ofrecen mochilas camuflajeadas para mimetizarse con la
flora del desierto; farmacias que ofrecen un kit que incluye anticonceptivos
para las mujeres por si son violadas, galones de agua pintados de negro para
evitar que provoque reflejo con los rayos del sol, toallas sanitarias para
colocarse sobre las suelas para evitar dejar huellas en la arena.
En el pueblo, existen 14 hoteles, uno de
ellos muy cercano a las cinco estrellas, que no llegó a tener alberca porque
los operativos de hace algunos años por militares volvió todo un poco más
sutil, menos llamativo.
Además, 90 casas de huéspedes, que en cuartos
habilitados con estructuras metálicas y bases de briqueta donde en un espacio
de un metro y medio por dos metros, se recuestan cinco migrantes que pagan 80
pesos la noche. Si quieren cobija para el frio que en invierno puede superar
los cero grados, son otros 20 pesos.
El negocio de las drogas y del tráfico de
migrantes produce millones de dólares diarios. Puede llegar a producir seis
ceros. Por eso, se defiende a sangre y fuego.
La vocación
“Tenemos que transformar a la sociedad” es su
consigna y la asume como vocación. Sin embargo, para Prisciliano Peraza, el
valiente clérigo del desierto, los procesos de cambio son lentos.
Cuando le pregunto qué consejo le da a un
sicario que pasa a confesarse a su iglesia, y que le cuenta lo que ha hecho, él
responde, interrumpiendo, “o que le he visto hacer las cosas”.
Con esa virtud didáctica que le caracteriza,
me pone un ejemplo del peligro detrás de sus espaldas. “Haz de cuenta que voy
pegado a una pared, para este lado están los cocodrilos, y para este están los
leones. El día que me equivoque, sé los riesgos que tengo. Tampoco me hago el
valiente, pero es mi misión y aquí estoy, hasta donde pueda lo voy a cumplir”.
Entrecierra los ojos y da el último sorbo de
su café.
Isla Tiburón (o de cuando los Seris fueron isla)
Por Alejandra Meza
Mi versión favorita del origen de su nombre es la que cuenta que, durante
la época colonial, los conquistadores se toparon con indígenas cuya ferocidad
podía equipararse con la de un tiburón. Otra posibilidad es que se debe a la
alta cantidad de estos animales que la merodean. Sin embargo, desde la lancha
no veo ninguno.
Lo primero en la isla es observar que el agua de sus playas es celestial.
Lo segundo, pensar que sería más atractiva si los Seris todavía la habitaran.
Pero desde hace décadas están prohibidos los asentamientos humanos, y lo que
alguna vez fue el hábitat de esta etnia, ahora es una reserva natural en la que
solo participa como un atractivo turístico.
Nos cuenta una mujer Seri que cierta deidad les pidió a los animales que
fueran al fondo del mar y sacaran un puño de arena para crear la tierra. Fue la
caguama quien ejecutó la encomienda y es sobre ese puño de arena donde ahora un
grupo de mestizos nos aproximamos a la cosmovisión de un pueblo que durante la
colonia permaneció como una isla: apartada de la religión y las costumbres de
los extranjeros.
Cleotilde, piel experimentada con ojos de pozo, danza y canta en honor a la
caguama. Sus brazos ondulantes simulan las patas de esa especie de tortuga
marina que, si el sol nos favoreciera, hoy aparecería sobre la arena danzando
al ritmo de Cleotilde. Los que la rodeamos aplaudimos. Y probablemente imaginamos
al enorme animal que posibilitó la creación.
Una que desconoce de qué lugares proviene el barro del que fue hecha,
envidia a los Seris, que tienen la certeza de estar formados de arena del
desierto de Sonora mezclada con agua del Mar de Cortés.
Nuestro guía es un antropólogo de nombre Joaquín. Mientras recorremos una
ruta de tierra, piedras y arbustos, nos explica las propiedades de algunas
plantas nativas de la Isla Tiburón. Por ejemplo el torote, usado para tratar
problemas tan diversos como el dolor de estómago, el asma y las enfermedades
venéreas, y también para elaborar las coritas o cestos típicos. O el ocotillo,
antaño usado para elaborar las viviendas tradicionales.
Hubo un tiempo en que los Seris encontraban en la naturaleza todo lo que necesitaban
para vivir: alimento y remedios, ocio y conocimiento. Hoy día recurren a la
naturaleza pero en su forma modificada: teléfonos celulares y alimentos
procesados, medicinas sintéticas y ropa confeccionada en países lejanos. Ahí
está Diana manipulando unsmarthphone, Cleotilde bebiendo un refresco de fresa
gasificado, un joven ataviado con una gorra de béisbol y don Alfredo portando
un reloj de muñeca que le ayuda a contar el tiempo a la usanza del hombre
“civilizado”.
De la pesca, la caza y la recolección como formas de subsistencia, la que
perdura es la primera, aunada a la venta de artesanías, el comercio de
productos marítimos, el traslado de turistas en lancha hacia la isla tiburón y
la colaboración con las empresas de ecoturismo.
Los Seris se han mudado: de la Isla a la costa, de la vida nómada al
sedentarismo, del agua a la coca cola, del licor de cactáceas a la cerveza, de
las chozas de ocotillo a las casas de material. Hablan español y hacen tratos
comerciales con “otros” mexicanos y hasta con norteamericanos. Sin embargo,
mantienen su lengua y los rituales. Es decir, podrían aislarse si así lo
desean.
Ahora el guía nos lleva a un manglar. Recorremos una zona de agua que,
franqueada por mangles, penetra la isla. La peculiaridad de los humedales es su
baja profundidad. Puedes ir arrastrando los pies, haciendo surcos con los
dedos, gozando las corrientes de agua fría entre las piernas sin que suba más
allá de tu clavícula. Con las manos voy arrancando almejas que encuentro casi
en la superficie de la arena. Más tarde algunos se comerán el producto de su
colecta con salsa y limón.
Esta parte de la isla fue de extremo valor para los ancestros de los Seris,
pues durante su etapa nómada solían acampar de forma temporal cerca de aguas
poco profundas. Así tenían a la mano una rica fuente de alimentos, medicinas y
herramientas.
Para estimular nuestra conciencia ecológica, Joaquín nos convoca a
enlazarnos en un círculo. Cerramos los ojos y nos dejamos ir hacia atrás pero
sin soltarnos las manos. Cada quien es una especie animal a elegir. Se nombra
una especie y los que “pertenezcan” a ésta deberán soltarse. El equilibrio del
ecosistema se rompe –qué mal. Todos caemos al agua –qué delicia. Y así la
moraleja es comprendida en pleno chapuzón.
De vuelta al “campamento” hay un tiempo para comer. La gente se agrupa cual
tribus, comparte, convive. De pronto me percibo como la única solitaria del
tour. Irónica comparación: Soy ahora mismo una isla.
Antes de que la lancha nos ponga de regreso en Punta Chueca, antes de
volver a tierra firme, algunos nos hacemos de pintura facial seri. Por 20
pesos, Diana colorea en mi rostro una serie de dibujos centenarios que, según
me explica, significan que estoy preparada para irme de fiesta.
En tierra firme nos esperan las mujeres que venden artesanías, los niños
que quieren regalos y hasta los perros que, de tantos, parecen salir del mar.
El camión arranca rumbo a la ciudad. En el camino, emerge la isla Tiburón
en mi mente y alcanzo a ver cómo decenas de Seris salen de atrás de los
saguaros y las montañas. Festejan. Los niños corren en la playa y sonríen. Los
adultos beben un licor de alguna cactácea y comen tortuga guisada. Se despojan
de sus ropas occidentales y hacen rituales que incluyen cantos y bailes. Sobre
la arena, sus sombras forman caguamas que danzan en honor a la Tierra.
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